Historia de Sudamérica

La Haya:Un resumen de este importante momento histórico del Perú

El historiador, sociólogo y analista político Nelson Manrique (Huancayo, 1947) es una de las voces más lúcidas del columnismo peruano contemporáneo. Sus notas, que desde hace décadas aparecen en los medios escritos más importantes de nuestro país, tienen siempre un punto de vista amplio, con criterios múltiples y esclarecedores, en la búsqueda de una pedagogía con material que pueda ser útil tanto para los lectores en general como para educadores. En esta ocasión queremos compartir con ustedes la interesante reseña que Manrique publicó esta semana en La República, sobre los antecedentes que configuran el momento actual del Perú-Chile. relación. , sobre el diferendo marítimo que, este fin de semana, alcanzará su clímax con el esperado fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya (Holanda). En las antípodas de posiciones triunfalistas cargadas de intereses políticos (tanto peruanos como chilenos), Manrique nos ofrece los datos más relevantes para formarnos una opinión y tener pleno conocimiento del porqué de esta situación, que nos afecta como peruanos.

ESPERANDO A LA HAYA

por Nelson Manrique

publicado en Diario La República, martes 21 de enero de 2014

El próximo 27 de enero finalmente se leerá marítima la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre la disputa fronteriza entre Perú y Chile sobre la delimitación de su frontera.

A pesar de algunos burdos intentos de aprovecharse de ello, la actitud con la que se está asumiendo esta circunstancia es bastante madura. Hoy estamos lejos de las reacciones alarmistas provocadas hace poco más de una década por el anuncio de que se había concluido la delimitación de la frontera con Ecuador mediante la cesión de un km² de territorio en Tiwinza.

La demarcación de fronteras ha sido especialmente complicada para Perú. Hasta principios del siglo XVIII, el Virreinato del Perú se extendía desde la actual Panamá hasta la Patagonia, pero durante ese siglo se produjeron las dos grandes divisiones que lo convirtieron en lo que es hoy. Así, los territorios del norte se dividieron para formar el Virreinato de Nueva Granada (1739), sobre los territorios de los actuales Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata (1777), que dividió los territorios de lo que hoy son Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia, el Perú quedó reducido a una magnitud cercana a su dimensión definitiva.

Un primer problema radica en la forma en que se definieron las fronteras nacionales. Fracasado el intento de Bolívar de establecer una gran nación sudamericana, los héroes de la independencia optaron por demarcar los territorios con base en las fronteras de las intendencias coloniales, tal como fueron establecidas en 1810. A esto se le dio el nombre de uti possidetis iure (“como poseías por derecho”) de 1810 y fue útil porque creó un mecanismo aceptado por consenso para establecer fronteras pacíficamente.

El costo fue establecer fronteras basadas en los intereses coloniales de España, que en muchos casos eran ajenos a los de los habitantes de las regiones que se dividían. Esto es evidente en el caso del altiplano del Collao, donde aún hoy se puede encontrar una mayor afinidad cultural entre los habitantes de Puno y La Paz que entre ellos y los habitantes de Lima y Santa Cruz, respectivamente. Esto también es válido para los habitantes del norte de Argentina y Chile, en relación con Santiago y Buenos Aires.

Las nuevas naciones, además, fueron creadas en territorios deshabitados. Al momento de la independencia, el Perú contaba con aproximadamente 1.250.000 habitantes cuyo territorio nacional equivalía a algo así como 1,5 millones de kilómetros cuadrados:menos de un habitante por km2.

Debido a que la mayor parte de la población también estaba concentrada en unas pocas ciudades, muchos territorios fronterizos tenían poca o ninguna población.

Eran territorios remotos, abandonados, en muchos casos muy vagamente delimitados:la situación perfecta para que cada país considerara que sus dominios se extendían sobre territorios que sus vecinos consideraban suyos.

De ahí que a lo largo del siglo XIX el Perú, que tiene frontera con cinco naciones, tuvo guerras en todas sus fronteras excepto en la que nos separa de Brasil, y esto gracias a que los centros de Brasil el poder estaban en la costa atlántica y el Amazonas impedía los contactos armados.

La relación con Chile, con el que no tuvimos frontera hasta la Guerra del Pacífico, ha sido la más compleja y la que mayores reacciones emocionales provoca. La guerra no sólo representó para Perú la pérdida de alrededor de 190.000 km² de territorio, sino que también inclinó la balanza geopolítica en el Pacífico Sur a favor de Chile. También están las heridas emocionales.

Hay lecciones de la historia que pueden resultarnos útiles. En las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado, las naciones de Europa se infligieron unas a otras atrocidades que palidecen cualquier comparación. Medio siglo después del final de la última guerra formaron la Unión Europea. Perú y Chile están ahogados en la retórica desde hace dos siglos y apenas comienzan a establecer una política que, siendo cautelosa y firme en la defensa de los intereses nacionales, permita al mismo tiempo empresas conjuntas que sean beneficiosas para ambos.

La construcción de un Estado-Nación requiere la delimitación del territorio sobre el cual el Estado puede ejercer la soberanía nacional. Este proceso fundacional nos ha llevado prácticamente dos siglos. Es hora de concluir.