Rhode Island rápidamente se hizo conocida por su tolerancia religiosa y muchos disidentes, incluidos bautistas, cuáqueros y judíos, acudieron en masa a la colonia. Los estatutos de la colonia, otorgados por el rey Carlos II en 1663, garantizaban la libertad de culto para todos los cristianos, y la colonia se convirtió en un refugio para quienes buscaban escapar de la persecución religiosa.
Las políticas de libertad religiosa de Rhode Island atrajeron a una población diversa y ayudaron a establecer el estado como un centro para el pluralismo religioso y las libertades civiles. El legado de tolerancia y libertad religiosa de la colonia ha seguido influyendo en su cultura y política, y sigue siendo un lugar donde personas de todas las religiones son libres de practicar sus creencias sin temor a ser discriminadas.