La Ley Arancelaria de 1828 era un arancel protector que imponía altos derechos a los bienes importados, especialmente a los bienes manufacturados de Europa. Esto hizo que a los sureños les resultara más caro comprar estos productos y también les hizo más difícil vender sus propios productos agrícolas en Europa. Como resultado, la economía del Sur resultó perjudicada y muchos sureños sintieron que el arancel era injusto para ellos.