1. Lombardos: Los lombardos eran una tribu germánica que emigró desde Europa del Este a la península italiana. Aprovecharon el estado debilitado del Imperio Bizantino para establecer su reino en el norte de Italia a finales del siglo VI. Los lombardos representaban una amenaza constante para los territorios bizantinos en Italia, lo que provocó conflictos prolongados y pérdidas territoriales para el imperio.
2. Ávaros: Los ávaros fueron un grupo nómada de origen centroasiático que se desplazó hacia el oeste durante el siglo VI. Establecieron un poderoso imperio en la región al norte del río Danubio, que frecuentemente chocaba con el Imperio Bizantino. Los ávaros eran hábiles soldados de caballería y, a menudo, lanzaban incursiones devastadoras en territorio bizantino, causando una destrucción generalizada.
3. Persas (sasánidas): El Imperio Sasánida era un poderoso rival del Imperio Bizantino en Oriente. Tras la muerte de Justiniano, los reyes sasánidas aprovecharon las debilidades internas de Bizancio para lanzar una serie de guerras. El prolongado conflicto con los sasánidas agotó los recursos del Imperio Bizantino y provocó importantes pérdidas militares y territoriales.
4. Eslavos: Los pueblos eslavos comenzaron a migrar a los Balcanes durante los siglos VI y VII. Se establecieron en grandes cantidades en las regiones de los Balcanes que habían estado bajo control bizantino, desafiando la autoridad bizantina e interrumpiendo la administración del imperio en estas áreas.
5. Árabes (musulmanes): El ascenso del Islam en la Península Arábiga durante el siglo VII marcó una amenaza significativa para el poder bizantino. Las conquistas árabes lideradas por el califato musulmán Rashidun se expandieron rápidamente hacia los territorios bizantinos en el Medio Oriente, el norte de África y la Península Ibérica. Los bizantinos sufrieron graves derrotas militares y pérdidas territoriales frente a los árabes, lo que debilitó la posición del imperio en estas regiones.
Estos diversos grupos, junto con la inestabilidad política interna, los desafíos económicos y los conflictos religiosos, plantearon importantes amenazas militares, políticas y territoriales al Imperio Bizantino en el período posterior a la muerte de Justiniano. El imperio luchó por mantener su control y territorios frente a estos desafíos, que moldearon el curso de la historia bizantina en los siglos siguientes.