1. Violación de la neutralidad belga: El desencadenante inmediato de la entrada de Gran Bretaña en la guerra fue la invasión alemana de Bélgica el 4 de agosto de 1914. Gran Bretaña tenía un compromiso de larga data de proteger la neutralidad belga, que había sido garantizada por el Tratado de Londres (1839). Cuando Alemania violó este tratado, Gran Bretaña se sintió obligada a honrar su compromiso y proteger a Bélgica.
2. Equilibrio de poder: La política exterior británica se guió por el principio de mantener un equilibrio de poder en Europa para garantizar su propia seguridad. En 1914, Alemania había surgido como una formidable potencia militar y económica, desafiando el dominio británico. Gran Bretaña temía que la creciente fuerza de Alemania alterara el equilibrio de poder europeo, y se consideró una alianza con Francia y Rusia como una forma de contrarrestar esta amenaza.
3. Rivalidad imperial: Gran Bretaña tenía una rivalidad de larga data con Alemania, particularmente en términos de expansión colonial y competencia económica. Los dos países competían por el control de territorios en África, Oriente Medio y Lejano Oriente. Al apoyar a Francia y Rusia contra Alemania, Gran Bretaña buscó debilitar a su rival y asegurar sus propios intereses imperiales.
4. Alianza Francesa y Rusa: Gran Bretaña había establecido alianzas con Francia y Rusia antes de la Primera Guerra Mundial. Cuando Alemania invadió Bélgica, lo que provocó la movilización de Francia y Rusia, Gran Bretaña se sintió obligada a cumplir las obligaciones del tratado y acudir en ayuda de sus aliados.
5. Opinión pública: La opinión pública británica estaba firmemente a favor de apoyar a Francia y Bélgica contra Alemania. El público británico estaba indignado por la invasión alemana de Bélgica y la vio como una clara violación del derecho y la moralidad internacionales. Los sentimientos antialemanes estaban generalizados y el gobierno se sintió obligado a responder a esta presión pública.