El emperador Francisco José I era un gobernante obsoleto e ineficaz. Se mostraba reacio a ceder cualquier poder a sus ministros y no estaba dispuesto a hacer las concesiones necesarias para mantener unido el imperio. Su terquedad y gobierno autocrático alienaron a muchos de sus súbditos y contribuyeron al colapso del imperio.
Nacionalismo creciente
El Imperio austrohúngaro era un imperio multiétnico y, a medida que avanzaba el siglo XIX, el nacionalismo creció entre sus diversos grupos étnicos. Los húngaros, eslovacos, rumanos y otras nacionalidades comenzaron a exigir más autonomía o incluso independencia del imperio. Este creciente nacionalismo socavó la unidad del imperio y contribuyó a su eventual colapso.
Problemas económicos
El Imperio austrohúngaro enfrentó muchos problemas económicos a principios del siglo XX. La economía del imperio era en gran medida agraria y luchaba por seguir el ritmo de las naciones industrializadas de Europa. La industrialización fue lenta y la economía del imperio dependía de los préstamos y las inversiones extranjeras. Esto hizo que el imperio fuera vulnerable a las crisis económicas, y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 provocó una grave crisis económica que debilitó aún más el imperio.
La Gran Guerra
La participación del Imperio Austro-Húngaro en la Primera Guerra Mundial fue la gota que colmó el vaso. La guerra ejerció una presión enorme sobre los recursos del imperio, y el imperio sufrió numerosas bajas. La guerra también exacerbó los problemas económicos del imperio y contribuyó al crecimiento del nacionalismo. El imperio no pudo resistir las presiones de la guerra y colapsó en 1918.