El sistema de alianzas se formó después de las guerras napoleónicas para mantener el equilibrio de poder en Europa. Las principales alianzas fueron la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) y la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia). Estas alianzas fueron diseñadas para disuadir la guerra asegurando que cada país tuviera un aliado poderoso que lo apoyara en caso de conflicto. Sin embargo, las alianzas también hicieron que fuera más difícil resolver las disputas pacíficamente, ya que cada país se mostraba reacio a dar marcha atrás en una posición que podría haber conducido a la guerra.
Imperialismo
Las potencias europeas también competían por colonias y recursos en todo el mundo. Esta competencia provocó mayores tensiones entre las potencias, ya que cada país buscaba expandir su imperio y proteger sus intereses. El sistema de alianzas exacerbó estas tensiones, ya que significaba que el conflicto de cada país con otra potencia podía atraer rápidamente a sus aliados.
Militarismo
Las potencias europeas también estaban involucradas en una carrera armamentista, ya que cada país buscaba aumentar su fuerza militar en preparación para la guerra. La carrera armamentista creó una sensación de inseguridad y miedo entre las potencias, ya que cada país temía quedarse atrás en caso de conflicto. El sistema de alianzas hizo que la carrera armamentista fuera aún más peligrosa, ya que significó que el fortalecimiento militar de cada país fuera visto como una amenaza por sus aliados.
El sistema de alianzas fue una de las principales causas de guerra a largo plazo en la Primera Guerra Mundial porque creó una red de alianzas y enredos que dificultaron la resolución pacífica de los conflictos. Las alianzas también hicieron que la carrera armamentista fuera más peligrosa y aumentaron las tensiones entre las potencias europeas. Cuando finalmente estalló la guerra en 1914, el sistema de alianzas aseguró que se extendería rápidamente hasta involucrar a la mayoría de las principales potencias de Europa.