- Desconfianza pública e impopularidad: Luis XVI fue percibido como un gobernante débil e indeciso que mostró un liderazgo deficiente durante tiempos turbulentos. Su renuencia a adoptar reformas, su percepción de extravagancia y su asociación con la impopular reina María Antonieta erosionaron su imagen pública y provocaron un descontento generalizado entre el pueblo francés.
- Radicalización política: La Revolución Francesa vio el surgimiento de facciones radicales, particularmente los jacobinos, que abogaban por la abolición de la monarquía y el establecimiento de una república. Criticaron a Luis XVI por confabularse con potencias extranjeras e intentar restaurar el poder absoluto. La radicalización de la revolución creó una atmósfera en la que los llamamientos a la ejecución del rey se volvieron cada vez más influyentes.
- Juicio y Veredicto: En diciembre de 1792, Luis XVI fue juzgado ante la Convención Nacional. Fue acusado de conspiración contra la libertad y la seguridad públicas y de traición. A pesar de defenderse, la Convención, dominada por elementos radicales, votó por una estrecha mayoría para condenarlo a muerte.
- Presión popular y miedo a la contrarrevolución realista: La ejecución estuvo influenciada por el temor de que el rey pudiera intentar recuperar el poder, lo que podría desencadenar una contrarrevolución respaldada por monarquías extranjeras. Los jacobinos argumentaron que la ejecución del rey era necesaria para evitar una reacción violenta y consolidar los logros de la revolución.
- Valor simbólico del regicidio: La ejecución de Luis XVI fue vista como un acto simbólico que significó el fin de la monarquía y el establecimiento de un nuevo orden republicano en Francia. Envió un poderoso mensaje a otras monarquías europeas, señalando la naturaleza radical de la Revolución Francesa y desafiando las opiniones tradicionales sobre la autoridad real.