Quienes apoyaron la ejecución a menudo vieron a Luis XVI como un símbolo de opresión y tiranía. Creían que su muerte era necesaria para lograr la verdadera libertad y democracia. Algunos incluso vitorearon y aplaudieron cuando fue decapitado.
Sin embargo, muchos otros se sintieron profundamente entristecidos y perturbados por la ejecución. Lo vieron como un acto cruel e innecesario y temieron que condujera a más violencia y caos. Algunas personas incluso se desmayaron o vomitaron al ver el derramamiento de sangre.
En los días y semanas posteriores a la ejecución, hubo mucho debate y discusión al respecto. Algunas personas argumentaron que era un paso necesario para asegurar el futuro de Francia, mientras que otras lo condenaron como un acto de barbarie. La ejecución de Luis XVI sigue siendo un acontecimiento controvertido en la historia de Francia y hoy en día sigue siendo debatido por historiadores y eruditos.