1. Trabajo infantil: Durante este período, era una práctica común que niños de tan solo 5 o 6 años trabajaran en fábricas y minas. Estos niños a menudo trabajaban muchas horas en condiciones peligrosas. Políticas como la Ley de Fábricas de 1833 y la legislación posterior tenían como objetivo regular el trabajo infantil, limitar las horas de trabajo de los niños y garantizarles cierto nivel de educación.
2. Condiciones de trabajo inseguras: Las fábricas y las minas eran lugares notoriamente peligrosos para trabajar, con una falta de normas y estándares de seguridad. Los trabajadores estuvieron expuestos a maquinaria peligrosa, productos químicos peligrosos y mala ventilación, lo que provocó accidentes, lesiones y problemas de salud. Se introdujeron políticas para abordar cuestiones de seguridad, como exigir el uso de protectores de seguridad y mejorar la ventilación en los lugares de trabajo.
3. Industrias contaminantes: La rápida industrialización de la época provocó una importante contaminación ambiental, especialmente procedente de fábricas y minas de carbón. La contaminación del aire procedente de las fábricas y el humo de la maquinaria alimentada por carbón causaron problemas de salud y daños medioambientales. Se promulgaron políticas para regular la contaminación y prevenir la liberación de sustancias nocivas al medio ambiente.
4. Condiciones de vivienda insalubres: Muchos trabajadores de fábricas y habitantes urbanos vivían hacinados y en condiciones insalubres, lo que contribuía a la propagación de enfermedades y a la mala salud pública. Se introdujeron políticas para mejorar las condiciones de vida, incluida la regulación de los estándares de vivienda y la mejora de la infraestructura sanitaria.
5. Explotación laboral: Los propietarios de fábricas y otros industriales a menudo participaron en prácticas de explotación, pagando salarios bajos y negándose a reconocer los derechos de los trabajadores. Políticas destinadas a proteger a los trabajadores de la explotación, garantizar salarios justos y reconocer los derechos de los trabajadores a organizarse y formar sindicatos.
Al introducir estas políticas y regulaciones, el gobierno británico buscó abordar las consecuencias sociales y ambientales negativas de la rápida industrialización y mejorar las vidas y el bienestar de sus ciudadanos.