El Tratado de Versalles, firmado en 1919, impuso duras penas a Alemania por su papel en la Primera Guerra Mundial. Estas penas incluyeron la pérdida de territorio, el pago de reparaciones y la desmilitarización del ejército alemán. Los alemanes resintieron ampliamente el tratado y muchos sintieron que era injusto e injusto.
En los años posteriores a la guerra, Alemania experimentó un período de inestabilidad económica y política. El país estaba plagado de alto desempleo, inflación y malestar social. En 1933, Adolf Hitler y el Partido Nazi llegaron al poder en Alemania. Hitler prometió restaurar a Alemania a su antigua gloria y revocar el Tratado de Versalles.
En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, Hitler comenzó a aplicar una política de expansionismo agresivo. Comenzó remilitarizando Renania en 1936. En 1938, anexó Austria y los Sudetes. En 1939 invadió Checoslovaquia.
La invasión de Checoslovaquia fue la gota que colmó el vaso para Gran Bretaña y Francia. Ya habían advertido a Hitler que no tolerarían ninguna nueva agresión. Cuando Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania.
La declaración de guerra por parte de Gran Bretaña y Francia supuso un importante punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial. Marcó el comienzo de un conflicto global que duraría seis años y costaría la vida a millones de personas.