Antes de la revolución científica, la mayor parte de la investigación científica la realizaban académicos individuales que trabajaban de forma aislada. Sin embargo, con el auge de las universidades en Europa, comenzaron a surgir sociedades científicas. Estas sociedades reunieron a académicos de diferentes campos para compartir ideas y colaborar en investigaciones. Esto condujo a una rápida aceleración del progreso científico, ya que los académicos pudieron aprovechar el trabajo de los demás y fertilizar ideas de diferentes disciplinas.
Algunas de las sociedades científicas más famosas fundadas durante este período incluyen la Royal Society de Londres (1660), la Académie des Sciences de París (1666) y la Accademia del Cimento de Florencia (1657). Estas sociedades desempeñaron un papel vital en la revolución científica y siguen siendo importantes centros de investigación científica en la actualidad.