La caída de Robespierre se debió en parte a su propia superioridad moral e inflexibilidad. No estaba dispuesto a ceder ni a adaptar sus ideales ante las circunstancias cambiantes, y esto le llevó a distanciarse de muchos de sus antiguos aliados. También cometió el error de suponer que el pueblo francés seguiría ciegamente su liderazgo, incluso cuando sus políticas fueran contra sus propios intereses.
Al final, el Reinado del Terror de Robespierre fracasó y condujo a su propia ejecución. Se obsesionó tanto con eliminar a sus enemigos que eventualmente se volvió contra incluso sus amigos y seguidores más cercanos. Esta paranoia finalmente lo llevó a su caída, ya que finalmente fue derrocado por un grupo de sus antiguos aliados.
La tragedia de Robespierre es que era un hombre de elevados ideales que finalmente quedó corrompido por el poder. Comenzó con las mejores intenciones, pero su deseo de crear una sociedad perfecta finalmente lo llevó a su ruina. Es una advertencia sobre los peligros del extremismo y la importancia del compromiso y la moderación en la vida política.