En la Europa cristiana, la bigamia estaba oficialmente prohibida y, para que la boda fuera válida, tenía que ser solemne. Tanto en teoría. La práctica -especialmente entre los más pobres- se regía por sus propias reglas. Celebrar un contrato matrimonial en una posada y otras costumbres controvertidas no sorprendió a nadie...
Entre las viejas herramientas oxidadas que dejó el anterior granjero se encontraba una guadaña, una hoja montada en un largo larguero, gracias a la cual era posible cosechar grano sin agacharse. Edgar limpió la hoja, la afiló y la colocó en un eje nuevo. Los hermanos se turnaron para cortar el césped. No llovía, así que la hierba se secó y mi madre vendió heno a Bebbe por un cerdo gordo, un barril de anguilas, un gallo y seis gallinas.
Después de cortar la avena, llega el momento de trillar. Con dos palos, Edgar hizo un mayal con una camiseta larga y un martillo corto conectado con una correa de cuero, que olvidó devolvérselo a Bebbe.
Probó el mayal en un día ventoso bajo la atenta mirada de Brindle. Extendió la avena sobre una superficie plana de tierra seca y empezó a golpearla. No era granjero, por lo que escuchó el consejo de su madre. La herramienta estaba haciendo su trabajo:los pequeños granos secos se desprendieron de las cáscaras y fueron arrastrados por el viento.
Edgar descansó un rato, disfrutando del sol. La carne de anguila del guiso le dio fuerzas. La madre ahumaba la mayor parte de estos pescados colgándolos de las vigas encima del hogar. Cuando lo coman, podrán matar al cerdo y ahumar el tocino. Luego sería el turno de las gallinas, pero antes de que eso sucediera, podrían comerse los huevos. No había comida suficiente para alimentar a cuatro adultos, pero con avena podrían sobrevivir el invierno y no morir de hambre.
Mala cosecha en tierras pobres
La casa ahora era habitable. Edgar reparó los agujeros en las paredes y el techo y pavimentó el suelo con juncos frescos. Tenían un hogar de piedra y un montón de leña del bosque. Edgar no quería vivir así, pero tenía la sensación de que él y su familia habían sobrevivido a lo peor (...).
- ¿Estoy bien? - preguntó.
- Sí. Y el mayal funciona como debería. Pero puedo ver que los granos son bastante pequeños. Pasaremos hambre en invierno. (…)
- Quizás el año que viene sea mejor.
- Arrastramos la tierra antes de ararla nuevamente. Esto debería ayudar, aunque la cosecha será escasa debido al suelo pobre.
La madre estaba tan brillante y enérgica como siempre, pero Edgar estaba preocupado por ella. Después de la muerte de su padre, ella cambió. Parecía más frágil. Ella siempre había sido fuerte, pero ahora él acudía en su ayuda cuando intentaba levantar un tronco pesado o regresaba del río con un balde lleno de agua.
El texto es un extracto del libro de Ken Follett "Hágase la luz", que fue publicado por la editorial Albatros
No le contó sus temores porque sabía que a ella no le gustaría lo que oyera. En ese sentido, parecía un hombre. Pero no pudo evitar pensar que algún día vivirían sin ella.
Morder a Brindle lo sacó de sus pensamientos. Edgar frunció el ceño:los perros sienten que algo anda mal antes que los humanos. Un momento después escuchó gritos, no voces elevadas, sino gritos furiosos. Eran sus hermanos quienes estaban discutiendo por algo (...). Por el rabillo del ojo vio a su madre recogiendo apresuradamente los granos de avena para protegerlos de los pájaros.
La esposa no es para todos
Erman y Eadbald rodaban por el suelo frente al granero, golpeándose y gritando de rabia. De la nariz pecosa de Eadbald goteaba sangre y la frente de Erman estaba frotada. - ¡Basta! Gritó Edgar, pero no le hicieron caso. Qué tontos, pensó. Necesitamos fuerza para sobrevivir en esta maldita granja (…).
- ¡Niños estúpidos, basta ya! —tronó mi madre, saliendo de detrás de la casa. Erman y Eadbald se quedaron paralizados.
- ¡Arruinaste la diversión! - dijo Cwenburg indignado.
- Vístete, chica desvergonzada Mildred la calificó.
Por un momento, Cwenburg pareció querer oponerse a ella y enviarla al infierno, pero no se atrevió. Se giró, entró en el granero y se inclinó para recoger el vestido. Lo hizo lentamente para que todos pudieran ver sus nalgas desnudas. Inmediatamente después se giró nuevamente y se puso el vestido sobre la cabeza, levantando los brazos y dejando al descubierto sus senos. (…).
- Soy el mayor dijo Erman. - Primero debería conseguir una esposa.
- ¿Quién te dijo tantas estupideces? Eadbald resopló con una risa desdeñosa. - Me casaré cuando quiera, no cuando tú me dejes.
- Pero yo puedo permitirme una esposa y tú no. No tienes nada. Un día heredaré la granja.
Celebrar un contrato matrimonial en una posada, secuestrar a la novia u otras costumbres controvertidas no sorprendió a nadie...
Eadbald estaba hirviendo de ira. - La madre tiene tres hijos Le recordó a su hermano. - Cuando muera, aunque espero que viva muchos, muchos años más, nos dividiremos la granja entre nosotros.
- No seas estúpido Eadbald intervino Edgar. - Es difícil para nosotros quedarnos aquí ahora. Si cada uno de nosotros intenta alimentar a su propia familia en un tercio de la tierra, todos moriremos de hambre.
- ¿Entonces debemos ser célibes, como los monjes en un monasterio?
- Espero que no.
- Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Edgar quedó sorprendido por la respuesta de su madre. - Hablaremos con los padres de Cwenburg. Vamos.
Todo tiene que ser compartido…
Edgar no estaba seguro de que fuera de ayuda. Temía que Dreng, que no era un hombre racional, se volviera inteligente. Leaf era más inteligente y amable. Pero mi madre tenía algo bajo la manga, aunque él no tenía idea de qué. Leaf habló:- Cwenburg debe casarse pronto. De lo contrario, quedaría embarazada de uno de los excursionistas que pasaban por allí, quien desaparecería y nos dejaría como un bastardo al que criar.
El cabrón que será tu nieto, quiso decir Edgar, pero se mordió la lengua con cuidado (...).
- Todos queremos que se case, pero ¿cómo vivirá? Mildred lo interrumpió. - Mi granja no alimentará a otra taza, y mucho menos a dos. - (...) ella guardó silencio por un momento. - Cwenburg debe casarse con Erman y Eadbald Dijo finalmente. (...) - He oído hablar de matrimonios así Mildred continuó con calma. - Esto sucede cuando dos o tres hermanos heredan una finca que es demasiado pequeña para más de una familia.
- ¿Pero cómo funciona? —preguntó Eadbald. - Quiero decir… de noche…
- Los hermanos se turnan para dormir con su esposa Explicó la madre. (…) - Debería ser así Mildred gobernó. - Cuando nazcan los niños, nadie sabrá qué hermano es padre y cuál es tío. Y si tienen un poco de aceite en la cabeza, no les importará. Simplemente criarán a sus hijos como si fueran suyos (…).
- ¿Entonces casarse? -Preguntó Hoja.
- Mañana Respondió Mildred. - Mediodía (…).
- La boda puede ser con nosotros intervino Edgar. - La gente se enterará más tarde.
- De acuerdo Ella respondió y se puso de pie. - Entonces te esperamos mañana al mediodía.
Sus tres hijos también se levantaron y los cuatro se dirigieron a casa. Ya no soy granjero, pensó Edgar.
Fuente:
El texto anterior es un extracto de la última novela de Ken Follett, "Let There Be Light", que acaba de ser publicada por Albatros. Ambientado en Inglaterra en los albores de una nueva era:el libro medieval cuenta los acontecimientos que condujeron a la historia descrita en el best-seller Pillars of the Earth.