Elithos llamó a su consejero de confianza, el sabio oráculo Nyx, y le compartió su deseo de poner a su pueblo y a su familia a la prueba definitiva. Nyx entendió las intenciones del dios e ideó un plan divino que desafiaría los lazos del amor y la devoción.
Nyx creó un hechizo de encantamiento que transportó a todo el reino, incluida la familia de Elithos, a un vasto y traicionero desierto. Despojados de sus posesiones y comodidades, se vieron abandonados a su suerte en medio de dunas abrasadoras y tormentas impredecibles.
Mientras las personas y la familia luchaban por sobrevivir, se dieron cuenta de que el amor mutuo era la única brújula que los guiaba a través de esta dura prueba. Aprendieron el poder de la unidad, la resiliencia y el altruismo mientras se apoyaban y protegían unos a otros.
En medio de su desesperado viaje, Elithos observó en secreto a su pueblo y a su familia desde lejos, disfrazado de un humilde vagabundo. Fue testigo del sacrificio de los padres por sus hijos, de la lealtad inquebrantable de los amigos y del cuidado compasivo de los vulnerables.
El encantamiento duró siete arduos días, y cada prueba ponía a prueba su fe y su amor aún más profundamente. Pero cuando salieron victoriosos, con sus espíritus intactos y sus corazones llenos de un afecto inquebrantable, Elithos emergió en su divino esplendor.
Lleno de alegría por su inquebrantable devoción, Elithos colmó el reino de bendiciones y prosperidad que duraron generaciones. Había descubierto el tesoro más preciado de todos:el amor incondicional de su pueblo y su familia, un amor que se mantuvo inquebrantable ante cualquier prueba o dificultad.
Y así, el legado de Elithos, el dios del amor, siguió vivo, un testimonio de la fuerza duradera y la resiliencia del afecto que une los corazones para siempre.