La infancia de Robert Kennedy estuvo marcada tanto por privilegios como por dificultades. Nació en una familia rica e influyente, pero el alcoholismo y la infidelidad de su padre ensombrecieron su educación. La madre de Robert, Rose, luchaba por mantener unida a la familia y, a menudo, dependía del apoyo emocional de sus hijos.
Robert era el séptimo de nueve hijos y siempre fue eclipsado por sus hermanos mayores, en particular John F. Kennedy. John era encantador, atlético y popular, mientras que Robert era más introvertido y estudioso. A menudo se sentía como un extraño en su propia familia y desarrolló un fuerte sentido de competitividad con sus hermanos.
El padre de Robert, Joseph P. Kennedy, fue un exitoso hombre de negocios y figura política. Era ambicioso para sus hijos y los presionó mucho para que lo lograran. Se esperaba que Robert sobresaliera en la escuela y en los deportes, y a menudo lo castigaban cuando no cumplía con las expectativas de su padre.
El matrimonio de los padres de Robert a menudo era tenso y finalmente se divorciaron cuando él tenía 13 años. El divorcio fue una experiencia traumática para Robert y lo dejó con una sensación de inseguridad y abandono.
A pesar de los desafíos de su infancia, Robert Kennedy se convirtió en un abogado, político y estadista de éxito. Se desempeñó como Fiscal General de los Estados Unidos durante la presidencia de John F. Kennedy y como Senador de los Estados Unidos por Nueva York. Fue una figura destacada del movimiento de derechos civiles y trabajó incansablemente para mejorar las vidas de los pobres y desfavorecidos.
La infancia de Robert Kennedy moldeó su carácter de muchas maneras. Desarrolló un fuerte sentido de empatía por los menos afortunados y siempre estuvo dispuesto a luchar por lo que creía. También era una persona compleja y a veces contradictoria, y sus experiencias infantiles influyeron en la configuración de su personalidad.