Sin embargo, a medida que Cortés y los españoles se volvieron más conscientes de la cultura, la religión y la estructura política aztecas, surgieron tensiones. Cortés tenía la ambición de conquistar el Imperio Azteca y hacerse con el control de sus recursos y riquezas. Para lograr sus objetivos, empleó varias estrategias, incluida la formación de alianzas con grupos indígenas rivales y la explotación de los conflictos internos dentro del Imperio Azteca.
A medida que Cortés consolidó su poder y obtuvo más control sobre la región, su actitud hacia Moctezuma cambió. Se volvió más asertivo y exigente, tratando a Moctezuma como a un gobernante cautivo y no soberano. Cortés puso a Moctezuma prácticamente bajo arresto domiciliario, usándolo como moneda de cambio en las negociaciones y como medio para intimidar y controlar a la población azteca.
Durante los conflictos posteriores entre españoles y aztecas, el papel de Moctezuma se volvió complejo. Estaba atrapado entre su lealtad a su pueblo y su deseo de proteger su propia vida y la de su familia. En un esfuerzo por pacificar a los aztecas y evitar un mayor derramamiento de sangre, Moctezuma se dirigió a sus súbditos desde una azotea, instándolos a rendirse a Cortés y aceptar el dominio español. Sin embargo, su discurso fue recibido con hostilidad y su propia gente le arrojó piedras y otros proyectiles, lo que provocó su muerte.
El trato dado a Moctezuma por Cortés y los conquistadores españoles contribuyó en última instancia a la escalada de tensiones y conflictos, lo que condujo a la eventual conquista y caída del Imperio Azteca.