Confucio enseñó que la mejor manera de gobernar una sociedad era mediante el poder de la virtud y el ejemplo moral, más que mediante la fuerza o la amenaza del castigo. Creía que si los propios funcionarios del gobierno fueran éticos y morales, entonces la gente seguiría su ejemplo y la sociedad sería pacífica y próspera. Como resultado de esta enseñanza, se esperaba que los funcionarios gubernamentales de la antigua China fueran muy éticos y morales, y a menudo se les exigía un estándar de comportamiento más alto que el del resto de la población.