La Confederación cubría un vasto territorio, que se extendía desde Virginia en el este hasta Texas en el oeste, y desde Kentucky y Tennessee en el norte hasta Florida y el Golfo de México en el sur. Esto dificultó que la Unión controlara y ocupara toda la región, ya que requería que un gran número de tropas y suministros estuvieran distribuidos en una amplia zona. La Confederación también tenía la ventaja de poder utilizar sus líneas de comunicación interiores para mover tropas y suministros rápidamente entre diferentes frentes, mientras que la Unión tuvo que depender de líneas de suministro más largas y vulnerables. Esto dificultó que la Unión coordinara sus operaciones y mantuviera una ofensiva sostenida contra la Confederación.
Además, la inmensidad de la Confederación significó que la Unión tuvo que ocupar y controlar una gran cantidad de ciudades, pueblos y otros puntos estratégicos para derrotar efectivamente a la Confederación. Esto requirió un compromiso significativo de tropas y recursos, y también dificultó que la Unión mantuviera el control sobre los territorios ocupados e impidiera que la Confederación lanzara ataques guerrilleros u otras formas de resistencia.