La mayoría de las muertes se produjeron como resultado de enfermedades e infecciones, más que de combates. Las malas condiciones sanitarias y de atención médica provocaron brotes generalizados de enfermedades como la fiebre tifoidea, la disentería y la viruela, que se cobraron la vida de miles de soldados de ambos bandos.
En términos de muertes relacionadas con el combate, el Ejército de la Unión sufrió más bajas que el Ejército Confederado. Esto se atribuye a varios factores, incluido el mayor tamaño del Ejército de la Unión, el hecho de que libró más batallas y sus recursos superiores. Se estima que el Ejército de la Unión perdió alrededor de 360.000 soldados en combate, mientras que el Ejército Confederado perdió aproximadamente 258.000.
Es importante tener en cuenta que estas cifras son estimaciones y puede haber algunas variaciones según las diferentes fuentes. Es posible que nunca se sepa con certeza el número exacto de víctimas.