Historia de Sudamérica

La religión en el Antiguo Perú:nuevas perspectivas

A partir de 1987, el autor comenzó a interesarse por el estudio de aspectos concernientes a la religión profesada por los antiguos peruanos, debido a que en esa época inició investigaciones etnográficas en paisajes altoandinos. Estos le permitieron recopilar mitos y leyendas de raíz ancestral, así como presenciar antiguos rituales anteriores a la irrupción europea y probablemente incluso anteriores a la época inca. A partir de sus experiencias en paisajes altoandinos llegó a la conclusión de que una investigación sobre la religión ancestral peruana no podía basarse únicamente en lo que relataban los cronistas de los siglos XVI y XVII. Para lograr un abordaje eficiente era imprescindible acudir simultáneamente a fuentes etnográficas e iconográficas (Kauffmann Doig, 1986a, 1987, 1991, 1996, 2001a, 2001d, 2002a, 2003, 2011b).
La religión en el Antiguo Perú:nuevas perspectivas
Sus repetidas indagaciones etnográficas le llevaron, entre otras conclusiones, a cuestionar el carácter heliolatrico que en consenso ha sido asignado a la religión prehispánica (Kauffmann Doig, 2003). Por otro lado, en cuanto al análisis que viene realizando en el campo de la iconografía-arqueología -y siguiendo en este el hueco abierto por Rebeca Carrión Cachot (1955, 1959), esto le llevó a deducir que una pareja divina, hecha conformada por una especie de Dios del Agua y Diosa Tierra, fue la que debió ocupar el asiento más alto entre las divinidades de la cosmovisión andina. Al respecto, como se verá más adelante, considera que se trata de un tipo particular de contenedores escultóricos moche en los que aparecen dos motivos representados de manera realista y que representan una cresta de ola que desborda sobre un grupo de plataformas o terrazas de cultivo (Figs. 22a, 23, 31), son los que permiten descifrar fehacientemente, es decir sin tener que actuar "con el ojo bueno", los innumerables y más diversos motivos representados en textiles, cerámicas y material arqueológico en general como símbolos de el agua y la tierra fértil. Las experiencias acumuladas a lo largo de muchos años, combinadas con los temas que actualmente son objeto de esta investigación gracias al contrato como docente-investigador de la URP, permiten al autor aspirar a ofrecer un estudio sobre la religión del Perú antiguo. basado en nuevas perspectivas. A continuación, el autor presenta un resumen de los puntos cruciales que comprende la investigación sobre la religión profesada por los antiguos peruanos. No es una lista, sino una lista de temas expuestos con resúmenes que abundan en información sobre cada uno de los temas mencionados:
Primero La religión de los antiguos peruanos giraba en torno a un eje distinto al bíblico, que centra su atención en el campo de la moral. Su brújula apuntaba casi exclusivamente a la búsqueda de la cuota necesaria de alimentos, algo que era difícil de lograr debido a la limitación de tierras aptas para el cultivo y las catástrofes atmosféricas a las que está expuesta la región costera andina, las montañas y la Amazonía andina. br />Segundo El único pecado proferido a sus divinidades era, en el antiguo Perú, no honrar y ofrecer, llegando incluso a sacrificios de individuos en tiempos de extrema crisis. Esto es un clamor con intensidad a las dos divinidades más conspicuas que se suponía tenían el control total sobre la producción agrícola y, por tanto, sobre la existencia misma.
Tercero Por estas razones, los seres más conspicuos del panteón andino deberían recibir el calificativo de dioses del sustento. Avanzamos una especie de Dios del Agua y una Diosa de la Tierra o Pachamama.
Cuarto El problema de disponer de una cuota suficiente de alimentos se vio agravado por el rápido y sostenido aumento demográfico provocado por la actividad agrícola, que para incrementar la producción al ritmo que exigía el creciente ritmo demográfico, tropezó con la citada limitación de tierras aptas para el cultivo. . y los frecuentes flagelos naturales que se traducían en sequías prolongadas o, por el contrario, en desastrosas lluvias torrenciales que arrasaban con los cultivos.
Quinto La religiosidad andina se reducía básicamente a la ejecución de rituales dirigidos a poderes sobrenaturales, para implorar la cuota de alimentos necesaria para una población en constante crecimiento desde hacía tres o cuatro mil años. Cuando el principal recurso alimentario procedía de la actividad agrícola y parcialmente de la ganadería, en particular llamas y otros camélidos sudamericanos. El fenómeno de la tasa de población sumado a las hostilidades de tipo geográfico y atmosférico, moldearon la estructura de la ancestral religiosidad peruana. Como estas adversidades estuvieron siempre presentes, una vez se incrementaron las técnicas agrarias apropiadas, se determinaron las estrategias a seguir en el campo sociopolítico y de gobierno, y se conceptualizó la religiosidad propiciatoria de la producción, alcanzada plenamente en el tercer milenio antes de Cristo, la cultura andina. se consolidó alcanzando su madurez que tuvo lugar temprano:hace 3000 años.
La religión en el Antiguo Perú:nuevas perspectivas Sexto Por esta razón, se imaginaba a las divinidades de mayor rango formando una pareja, de cuya unión dependían simbólicamente los cultivos. Os adelantamos que la pareja divina a la que nos referimos estaba formada por una especie del Dios del Agua y una Diosa de la Tierra o Pachamama.
Séptimo Esta situación permite explicar por qué en el antiguo Perú no existía un solo Dios, masculino y asexual, como el Padre Eterno de la Biblia, sino una pareja divina, masculina y femenina, de cuyo matrimonio dependía el sustento y con él. , la existencia misma.
Octavo La divinidad masculina era imaginada como la donante del agua, y su contraparte como la tierra fértil, que sólo podía gestar y por tanto ofrecer alimento, si era fecundada por el líquido vivificante de su consorte.
Noveno De esta manera queda claro que los antiguos peruanos concebían dos dioses principales, sustentadores de la humanidad:un Dios del Agua y una Diosa de la Tierra o Pachamama.
Décimo: La moral estaba en manos del Estado, que a través de sus funcionarios aplicaba penas severas a quienes incumplían lo prescrito.
Undécimo Como en la estructura religiosa andina ni el cielo ni el infierno estaban concebidos, las cuestiones relativas a la moral estaban en manos del Estado. Le correspondía sancionar las infracciones a las normas establecidas. Los castigos se ejecutaban con severidad, según el grado de la afrenta, y lo que también cabe señalar en cuanto al estatus social del infractor.
Duodécimo La divinidad de mayor rango no fue concebida bajo la forma de un Dios creador, algo que ya advirtieron Pierre Duviols y María Rostoworowski. Como veremos en su momento, existían dos entidades divinas superiores, una masculina (Dios del Agua) y otra femenina (Diosa Tierra o Pachamama). Para parecerse a Jehová, el dios andino masculino fue distorsionado en los siglos XVI y XVII por los evangelizadores en respuesta a su búsqueda de estrategias encaminadas a aligerar su tarea de introducir el catecismo.
Decimotercero: Anticipamos que considerar al Sol como el dios andino también fue producto de una falsificación. Aunque el soberano Pachacútec quiso imponerlo, no lo logró. Por lo mismo, en la actualidad se constata que en los lugares andinos la adoración no es heliolátrica, sino que se dirige a los seculares montes sagrados o apus. Se les implora para que las lluvias no se retrasen o desaparezcan por completo, provocando sequías. El culto a los apus hasta el día de hoy va acompañado de ofrendas o pagos. Es por lo mismo que avanzamos, que en las montañas sagradas debió materializarse lo que nos proponemos describir como Dios del Agua; Ser divino con dominios en el firmamento de donde provienen los relámpagos, los truenos y la lluvia.
Decimocuarto También se consideraban sagrados muchos otros elementos:amuletos o conupas, ciertos animales, ancestros momificados y su kamaken (alma), etc., etc.
Decimoquinto Por lo mismo que el Dios del Agua era considerado adverso, era temido y considerado demoníaco, pues para derramar en tiempo y en la medida justa las lluvias que estaban bajo su control, exigía veneración y le rogaba que se fuera. benévolo. Para ello utilizaron pomposos rituales y obsequios. En caso de crisis climáticas agudas, sembraba la desesperación, hasta el punto de que incluso se sacrificaban seres humanos, especialmente niños en la época de los incas. Al respecto, recuerda la presencia de la Señora de Ampato o “Juanita”, encontrada en los picos nevados.
Décimo Sexto Este tipo de sacrificio se llamaba capac-cocha (qhapaq =grande; kotsha =depósito de agua:lagunas, lagos y mar).
Décimo Séptimo Al contrario del dios bíblico, el Dios del Agua, aunque considerado divinidad suprema, era considerado malévolo. Esta presunción provenía de que se le atribuía ejercer un gobierno supremo sobre las inclemencias del tiempo, generadas por El Niño y otros fenómenos meteorológicos que amenazaban continuamente la producción de alimentos y con ello amenazaban la existencia misma. Debía ser adorado y sacrificado constantemente para lograr su benevolencia. En caso contrario, castigaba con sequías prolongadas, lluvias torrenciales, frío y otras calamidades que afectaban igualmente a las cosechas y hacían aparecer el fantasma del hambre.
Decimoctavo Por la misma razón que el Dios del Agua era un dios considerado demoníaco, en sus representaciones se le retrata como un macho dotado de atributos de ave (garras) y amenazantes colmillos felinos. Decimonoveno:Contrariamente a lo que narra la Biblia, se estimaba que el hombre había sido creado por autogestación y había nacido del vientre de la Pachamama, es decir de la Diosa Tierra. Habría brotado de sus entrañas a través de cuevas, sus vulvas simbólicas. Las diferentes poblaciones indicaron cada una una cavidad particular, como su pacarina o lugar de origen de sus primeros antepasados.
Vigésimo Los mitos oficiales refieren que la creación de los hombres se habría producido por tres cuevas:de la primera habrían surgido los antepasados ​​de los soberanos y la nobleza; del segundo las mujeres de estos; y del tercero los antepasados ​​del pueblo, campesinos fundamentalmente. Con esta saga, la élite gobernante propagó que la humanidad, desde sus orígenes mismos y por mandato divino, había estado dividida en dos clases sociales. Con este recurso propagandístico las órdenes dadas eran acatadas servilmente por el pueblo. Eso, en su forma prístina no necesariamente por orgullo de casta, sino obedeciendo a objetivos que permitieran una producción eficiente de la cuota alimentaria requerida por la población; Para ello se vio obligado a trabajar duro, como consecuencia de las recurrentes anomalías climáticas que padecieron los antiguos peruanos.
Vigésimo Primero Como continuación de lo expuesto en el Informe No. 4-2013 sobre la presencia de una pareja divina como entidades de máxima jerarquía del panteón de los antiguos peruanos, es necesario aclarar que nuestra formulación contradice el concepto tradicional ampliamente difundido y aceptado. que esgrime que en la religión del Incario prevalecía el Sol como divinidad suprema. Aceptando que Pachacútec intentó imponer el culto heliolatrico, quizás apoyado en el mito de sus antepasados ​​Manco Cápac y Mama Ocllo quienes habrían sido hijos del Sol, como se explicará en su momento, este aprecio no arraigó en el pueblo, los cuales continuaron adorando a los apus o determinados cerros en los que residía el espíritu que regía los fenómenos atmosféricos, una especie de Dios del Agua que fertilizaba los campos de la Diosa Tierra o Pachamama. Además de todo esto, es necesario aclarar si, en el fondo, la élite formada por los familiares también acabó considerando que, por encima de todo, existía un dios creador universal que estaba personificado en el Sol.
En El caso de Wirakocha, Pierre Duviols y Maria Rostworowski ha revelado que se trata de un concepto colonial temprano. De hecho, hubo que distorsionar el mito andino de Wirakocha para magnificar a este personaje, pretendiendo que era el mismísimo Jehová de los antiguos peruanos. Este engaño, fruto de los catequistas del siglo XVI, fue creado con las más sanas intenciones:tener una muleta valiosa en el proceso de evangelización, que les permitiera facilitar la evangelización. Por su parte, invitado por Mircea Eliade a colaborar en su “Enciclopedia de la Religión” (Nueva York/McMillan 1987), Federico Kauffmann Doig, al profundizar en el tema en cuestión, observó que no sólo se había manipulado el mito andino de Wirakocha. También lo era el concepto mismo del dios sol andino; o que había sido mal entendido y mal interpretado por la perspectiva occidental. De hecho, el Sol no parece haber sido nada más que una personificación del Dios del Agua, por improbable e incongruente que parezca esta afirmación. Los testimonios iconográficos ofrecen vislumbres que apoyan lo planteado en esta hipótesis:en ellos el Sol no estaba representado. Y en un kero, aunque se retrata el Sol, se sitúa encima de las nubes de las que cae la lluvia.
Vigésimo Segundo Siguiendo el hilo conductor, respecto a Pachacamac, Miguel de Estete, testigo presencial durante la presencia original de los españoles en ese santuario, relata en sus "Noticias del Perú" (1938, p.195-264) que el dios de este nombre que Estete vio representado en una escultura de madera, le imploraron "buenos tiempos..." Y añade "que... les dice que está enojado... y los sacrificios que tienen que hacer, y los regalos que Él quiere". que lo trajeran." Por ello, Pachacamac no podía ser otra cosa que el Dios empedernido del Agua Andina.
Vigésimo Tercero Wirakocha no debió ser más que una de las tantas denominaciones que recibió el Dios del Agua, en la época incaica se le conocía popularmente como Illapa. El Dios del Agua también recibió varios otros nombres, según las distintas regiones, lo que ha llevado a algunos estudiosos religiosos a sostener que en el antiguo Perú existían infinidad de dioses. Naturalmente, junto al Dios del Agua también había innumerables seres divinos, pero estos no eran comparables jerárquicamente ni a él ni a la Diosa Tierra o a la Pachamama, su "consorte".
Vigésimo Cuarto La Pachamama o Diosa de la Tierra fue simbolizada universalmente por un emblema escalonado, que alude a las plataformas o terrazas de cultivo; El Dios del Agua estuvo por su parte, desde tiempos inmemoriales, simbolizado por una cresta de ola en forma de greca formada por palos; estos a su vez simbolizaban plumas, con valor emblemático equivalente. Este símbolo aparece representado, por ejemplo, en la Estela de Raimondi, y de manera elocuente en las representaciones de la cabeza de Ai-apaec plasmada en los muros de la Huaca de la Luna, Valle de Moche. En el último caso citado se nota claramente la transfiguración simbólica que experimenta el motivo “cresta de una ola” con el de la pluma; que, de esta manera, abraza el mismo valor emblemático.
Vigésimo quinto Cuando el Dios del Agua es retratado de cuerpo entero, registra contornos humanos además de elementos anatómicos propios de los felinos, además de otros de carácter ornitomorfo, como ya se puede comprobar en la imagen esculpida en la Estela de Raimondi y en variantes posteriores como la mencionado anteriormente. retrata a Ai-apaec, el Dios del Agua en su modalidad Moche.
Vigésimo Sexto La Pachamama o Diosa de la Tierra estaba vinculada a las mujeres, la Luna, la noche, el felino y la plata. Por su parte, el Dios del Agua, de rasgos marcadamente masculinos, salvo los primarios o sexuales que no eran prominentes, estaba asociado al Sol, al día, a las aves rapaces (especialmente el halcón) y al oro.
Vigésimo Séptimo El tupo o gran alfiler metálico con motivo de disco o media luna debió evocar a la Luna. Por lo mismo, era un adorno propio del mundo femenino; su pequeño agujero podría haber tenido una función en las prácticas de magia lunar

Vigésimo Octavo Se ofreció comida al Dios del Agua. Especialmente mullo, es decir, conchas trituradas de animales marinos, en particular los del género Spondyllus; además de muchas otras “golosinas” como fetos de llama...
Vigésimo noveno La grasa de camélido tenía un significado simbólico muy importante, mayor que la sangre:los objetos utilizados en los rituales todavía están untados con grasa. También se depositó en el suelo "para que siempre parezca húmedo". En ambos casos también para fortalecerlo, como se afirma hasta el día de hoy en lugares donde aún palpitan estas viejas prácticas. La palabra Wirakocha contiene precisamente la palabra wira =grasa/sebo, y si la palabra wira no proviene de willka (sagrado) –tal vez un término en alguna forma equivalente– el nombre de la divinidad podría descomponerse en Wira-kocha, su siendo la etimología:"recipiente primario de agua dotado de grasa". En su forma simbólica, la grasa también se asociaba al agua:en la espuma que se forma en las orillas del mar y de las lagunas, así como de los ríos.
Trigésimo Las creencias mágico-religiosas terminaron consolidándose en el antiguo Perú durante la etapa Formativa Floreciente (Cupisnique-Chavín); esto es en el primer milenio antes de Cristo. Desde entonces y hasta la llegada de los españoles se mantuvieron vigentes, existiendo únicamente variantes de segundo orden. Así lo confirma el análisis de las imágenes iconográficas de todos los tiempos y regiones. El Dios del Agua es representado, de esta manera, luciendo siempre los mismos rasgos esenciales que lo caracterizan, a lo largo de casi tres mil años:un pájaro humanizado con atributos felinos o un felino-hombre alado, que deben ser sus acólitos, los Qhoa, Oscollo. o Titi, a menudo se diseñan en vuelo. De forma simplificada mediante un símbolo en forma de bastón, graficado con infinitas variantes, que en su origen descubre derivar de la figura de una cresta de onda. En ocasiones este motivo se representaba formando una unidad con el símbolo con el que se figuraba la Diosa Tierra, el cual toma básicamente el aspecto de tres escalones; iconográficamente se comprueba que aluden a andenes de cultivo.
Trigésimo primero Los "gatos voladores" de la iconografía andina sobreviven en el mito actual de qhoa, oscollo o titi. Están presentes en mitos que aún hoy se cuentan en las zonas altoandinas de Cuzco, Apurímac, Ayacucho, Puno y Arequipa. La información que tengo proviene, al menos, de las regiones mencionadas.
Trigésimo segundo El mito Qhoa relata cómo este gato montés con manchas -posiblemente alusivas a las gotas de lluvia- se eleva entre la niebla a partir de un manantial o puqio. Eso se haría precisamente en tiempos de tormentas. Luego se ve al mítico personaje moviéndose por el cielo, en medio de las nubes. Relámpagos brotan de sus ojos, relámpagos brotan de su cola y truenos eructan de su vientre. En algunas versiones del cuento mítico, se cuenta además que su orina se convierte en lluvia.
Trigésimo tercero Sin embargo, los gatos voladores no son imágenes del Dios del Agua como supusimos inicialmente según la información inicial recopilada. Es el Dios del Agua quien les ordena moverse para recompensar a los hombres provocando la lluvia; o en su defecto, castigarlos dejando caer granizo y heladas que, al afectar negativamente los campos de cultivo, provocan hambrunas. Esta divinidad suprema aparece materializada en los imponentes picos o apu(ses), por lo que los felinos voladores no son más que sus acólitos.

Trigésimo Cuarto Se supone que los castigos impartidos por fenómenos atmosféricos adversos son causados ​​por no haber sido adorados y ofrecidos en la medida requerida por la divinidad suprema. Es decir, el Dios del Agua que se presume materializado en determinadas cumbres, o residiendo en ellas. Los cerros son generalmente conocidos con el nombre de orqo-kuna (kuna=plural).
Trigésimo Quinto La pareja divina conformada por los más altos dioses andinos, está constituida por el Dios del Agua y la Diosa Tierra (Pachamama). Se caracterizan básicamente por ser dioses del sustento.
Trigésimo Sexto El Sol fue y ciertamente es venerado por ofrecer luz y calor. Pero en ninguna ocasión hemos podido comprobar que sea venerado como una divinidad y mucho menos como un ser divino de altísima jerarquía. Según las fuentes escritas, se señala que Pachacútec intentó imponer el culto heliolatrico. Pero aparentemente no tuvo éxito, de lo contrario el Sol sería adorado hoy en día, en los paisajes altoandinos, donde aún hoy sobrevive una porción importante de la religiosidad andina.
Trigésimo Séptimo Los dioses andinos no tenían ninguna injerencia en cuestiones relativas a las normas morales existentes en la época. El único "pecado" era no respetarlos y no ofrecerles rituales y sacrificios. Se suponía que de esta manera se podría domesticar, en particular, al Dios del Agua; esto es para evitar que cause anomalías climáticas que amenacen la producción de alimentos. La infracción de las normas éticas sólo se consideraban afrentas contra el Estado, y era éste quien imponía las penas, que en general eran muy severas.

Trigésimo octavo Por estas razones, las ofensas morales se castigaban en este mundo y no después de la muerte como en la religión cristiana. Sin embargo, existía la firme convicción de una vida más allá de la tumba. Pero esto fue concebido sin la presencia del cielo ni del infierno. Se presumía que, como había sucedido en este mundo, la vida se prolongaba después de la muerte. Así, en el más allá continuaron las jerarquías y la necesidad de trabajar los campos para “subsistir”. La ilusión de bienestar en la vida en el más allá se limitaba a tener cosechas abundantes. Las ofrendas de alimentos y bebidas colocadas en las tumbas tenían como objetivo simbólico satisfacer el hambre que experimentarían los difuntos en su camino hacia el más allá; así como halagarlo, ofreciéndole los guisos que habían sido sus favoritos en vida.
Trigésimo noveno La preservación del cadáver era un requisito imprescindible para “sobrevivir” en el más allá. Eso explica el florecimiento, en el Antiguo Perú, de sofisticadas técnicas de momificación. También el esfuerzo especial puesto en la construcción de las tumbas, ya sean las construidas en el suelo o las tumbas en el suelo; Va de la mano del rango social que ostentaba en vida el difunto. Se consideró que era de especial importancia que el cuerpo del difunto no sufriera daños por putrefacción u otros agentes que pudieran amenazar su integridad. Esta concepción debe tener raíces lejanas y haber estado presente en el pensamiento mágico-religioso que debió regir el mundo desde el Neolítico temprano, o tal vez antes. Por ello, la antigua tradición, como la citada, de clara raíz chamánica, debió ser introducida en América con las primeras oleadas de inmigrantes procedentes de Asia.
Cuadragésima La continuidad de la vida después de la muerte trajo consigo que en el Antiguo Perú se practicara la necropompo o autoinmolación. Lo practicaban esposas y sirvientes de élite. También en este caso podría tratarse de una tradición ancestral común a la humanidad.
Anexo El caso de Atahualpa, estando en prisión, es patético en cuanto a la firme creencia en una vida después de la muerte, siempre y cuando se conserve el cadáver. Al escuchar el bando por el que lo condenaba a muerte en la horca, al palo, testigos presenciales de aquel suceso destacan que el soberano no se inmutó en lo más mínimo. Eso sí, en el momento en que le comunicaron que su cadáver sería quemado en la hoguera por no haber sido bautizado, estalló en sollozos, desplomándose sus fuerzas espirituales. Y es que ser incinerado significó para él morir definitivamente y así no poder disfrutar de la vida en el más allá. Se entiende que tras aceptar el bautismo, la pena de la estaca era conmutada por la de garrote o asfixia.
Amauta Federico Kauffmann Doig