Historia de Sudamérica

Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.

Durante la época inca, los restos de los dignatarios eran momificados y tratados como personas vivas. Algunos incluso se casaron después de la muerte.
En el imperio Inca, la muerte tenía fuertes vínculos con la vida cotidiana. Según los historiadores, esta sociedad andina tenía conceptos espirituales y temporales distintos a los de la civilización occidental. Por lo tanto, creían que sus antepasados ​​permanecían en la tierra después de su muerte. Los muertos formaban parte de su entorno e intervenían en la toma de decisiones. Varios cronistas narran que los líderes y curacas más importantes fueron sometidos a misteriosas técnicas de momificación tras su muerte. Estas momias, en lugar de ser apartadas de la vida pública, ocuparon lugares privilegiados en sus palacios. Allí recibían atención, los veneraban, los sacaban en procesión y también podían realizar actividades civiles como casarse.
Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.
“Las momias no fueron percibidas como muertas, sino como vivas. Como tales, podrían tener hambre, sed y frío. Tenían que comer y beber, calentarse con el fuego, limpiarse y cambiarse de ropa. También participaban en las fiestas, se visitaban entre sí y a sus familiares vivos", explica a El Comercio el investigador alemán Stefan Ziemendorff, quien ha estudiado en profundidad la historia de las momias incas. Según Ziemendorff, un testimonio insólito sobre el tratamiento de las Momias en los Incas es ofrecida por el encomendero español Polo de Ondegardo, quien en 1559 se había apoderado de varias momias de las panacas del Cusco. En 1571, Polo. de Ondegardo relató que la cabeza de una panaca había bebido con y en nombre de una momia. Incluso se narra que este jefe llevaba consigo a la momia en su espalda para hacerla orinar.
Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.
Conservaron sus posesiones La tradición prehispánica indica que los incas no dejaron herencia después de su muerte. Las momias continuaron 'viviendo' en sus palacios del Cusco e incluso conservaron sus casas de campo alrededor de la ciudad imperial. Según Ziemendorff, Chinchero era una región que pertenecía a Túpac Yupanqui, Calca a Wiracocha y Yucay a Huayna Capac. Después de su muerte, estos gobernantes conservaron sus posesiones. Como ejemplo, el notario conquistador Sancho de la Hoz escribió en 1534:“Cada señor difunto tiene aquí su casa y todo lo que le fue pagado en vida, porque ningún señor sucesor puede después de la muerte del ascendiente tomar posesión de su herencia”. . Cada uno tiene sus platos de oro y plata, cosas y ropa aparte de él, quien le pasa no le quita nada”, dice Ziemendorff. En general, en el Tahuantinsuyo las viudas podían volver a casarse. La excepción fueron las esposas de los gobernantes incas que debían quedarse con sus momias cuando morían. Y estos muertos tenían tal vigencia en la sociedad inca que podían seguir casándose.
Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.
El historiador Waldemar Espinoza relata que un documento colonial de Cajamarca encontró que la hija de un cacique de aquel ciudad fue enviada como esposa a Huayna Cápac por orden de su hijo Atahualpa. Esto a pesar de que el gran gobernante Huayna Cápac ya había muerto cuatro o cinco años antes.
Descontento Ziemendorff también señala que si bien los súbditos de los incas respetaban a las momias, las numerosas tierras que habían acumulado los muertos llegaron a irritar a Huáscar cuando asumió el poder en el Cusco. “Huáscar propuso que todos los recursos se utilicen de ahora en adelante sólo para los vivos. Varios historiadores piensan que esta revolución contra las momias puso a buena parte de la nobleza inca (particularmente la panaca de Pachacútec) del lado de Atahualpa e inclinó la balanza en la guerra entre hermanos”, afirma el investigador.
Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.
Los Incas y sus momias, una relación más allá de la tierra.


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