Historia de Sudamérica

Historia de las primeras siete constituciones del Perú

Reseña histórica de José Silva Santisteban
1. Primera Constitución de 1823 Proclamada la Independencia del Perú, se instaló en Lima con gran pompa y solemnidad un Congreso Constituyente, el 20 de septiembre de 1822, convocado por el General San Martín e integrado por diputados propietarios elegidos por los departamentos libres y suplentes designados por aquellos. quienes todavía no lo eran. Este Congreso sancionó la primera Constitución Política en noviembre de 1823, con carácter provisional hasta que, después de la guerra, se reunió un Congreso general con diputados elegidos por todos los pueblos de la nación.
Historia de las primeras siete constituciones del Perú Primer Congreso Constituyente del Perú de 1822 (pintura de Francisco González Gamarra) 2. La boliviana o vida de 1826 Cuando llegó el momento, se convocó efectivamente al Congreso General para febrero de 1826; pero no fue instalado, porque 52 diputados que constituían la mayoría, y que son conocidos en nuestra historia con el sobrenombre de persas, exagerando las dificultades de la situación, creyeron más obvio aconsejar la adopción de un plebiscito, que resultó en la Constitución llamada Boliviana, en la que a Bolívar se le confería el poder de forma vitalicia.
3. El de 1828 La duración de la Constitución de 1826 fue efímera; una insurrección militar derribó la presidencia vitalicia; y en 1827 se instaló un Congreso Constituyente, que sancionó la Constitución del 28, reduciendo el mandato presidencial a cuatro años.
4. El de 1834 Aquellos legisladores debieron estar inseguros de su trabajo [1828], cuando limitaron su duración a cinco años, disponiendo al mismo tiempo que en 1833 se reuniría una Convención para examinarlo y reformarlo. Llegó, en efecto, y, anulando la anterior, dio la Constitución de 1834. A diferencia del Congreso de 1828, la Convención quiso, a duras penas la reforma, asegurar larga vida a su Carta; Pero sucedió lo contrario; La Asamblea fue disuelta violentamente, estalló la guerra civil en el país y después de sangrientos incidentes, vimos dividido nuestro territorio ya cercenado por Bolívar, y establecida la Confederación Perú-Boliviana en 1836, con el general Santa Cruz como protector supremo.
5. El Huancayo de 1839 Tres años después, la batalla de Ancash, ganada por el general Gamarra, uno de los más grandes capitanes de Sudamérica, derrocó para siempre al protector y restableció la unidad nacional; además, desconociendo la Carta de 1934, que tal vez no le agradaba, prefirió convocar un Congreso, que juntos en Huancayo sancionaron la Constitución de 1839.
6. La del año 1856 Esta Carta autoritaria [refiriéndose a la de 1839], que anuló la autonomía de los municipios, estableciendo departamentos de policía sujetos exclusivamente al Gobierno y confiriéndole amplios poderes, no pudo contrarrestar las aspiraciones del pueblo, ni la corriente de ideas. Por eso se anhelaba su reforma cuando estalló la revolución de 1854; Y lograda la victoria, se convocó la Convención Nacional, que dio la Constitución liberal de 1856. Como en 1834, la Asamblea fue disuelta violentamente; y como entonces, el país estaba envuelto en una guerra civil. La Constitución no entró en plena vigencia, por el temor que inspiraban las juntas departamentales, con facultades administrativas y políticas; y las reformas radicales que en él se implantaron fueron mal recibidas:por el clero, que había sido inhabilitado; por el ejército, cuyos ascensos eran difíciles; por el Gobierno, que vio limitados sus poderes; por los empleados, que perdieron la propiedad de sus destinos; y en general, por los enemigos de toda innovación.
7. La Constitución de 1860 Se manifestó entonces, por supuesto, el deseo de reformar la Carta; Y el golpe decisivo lo asestó la conducta irreflexiva del Congreso de 1858, que con indiscreto, aunque justo celo, se metió en la cuestión de la vacante de la presidencia y puso al gobierno en un gran aprieto. Poniendo las Cámaras en receso temporal, el Gobierno impidió su reinstalación, convocando un nuevo Congreso para el 28 de julio de 1860. Era entonces un hombre de vastas visiones, exterior dulce y amable, carácter firme y tenaz, inteligencia clara, educación variada, dicción fácil y tradicional; Este hombre, que no era otro que el doctor Bartolomé Herrera, había trabajado incansablemente para hacer triunfar la soberanía de los más inteligentes y dotar a su país de un gobierno fuerte y aristocrático. Gravemente herido por el desorden eclesiástico y contando con un competente número de ilustres discípulos que lo ayudarían, creyó que había llegado el momento oportuno para llevar a cabo sus planes, llegó a un entendimiento con el Ministerio y se acordó la reforma constitucional, mediante un plebiscito que autorizó a los representantes a llevarlo a cabo antes de dividirse en Cámaras. Así ocurrió en la práctica y la causa liberal parecía perdida, ya que en la primera votación éramos apenas trece; pero, este pequeño grupo creció día a día y luchó vigorosamente hasta lograr la victoria en los dos puntos principales que habían motivado la reforma, a saber, la competencia y la reelección, en los que se concentraron todos los esfuerzos. Como se decidió mantener la inmunidad personal, el reverendo obispo Herrera, presidente del Congreso, dejó de asistir a las sesiones, abandonó luego la capital, viendo fracasar su trabajo de veinte años, y se retiró a su diócesis, donde pronto murió de amargura. de decepción; y confirmada la no reelección, el general Castilla dimitió del mando, logrando así para el Congreso lo que las armas habían intentado en vano.
Tomado del Curso de Derecho Constitucional (Centro de Estudios Constitucionales, 2015) del distinguido jurista José Silva Santisteban.
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