Además, los británicos lucharon por adaptarse a este estilo de guerra poco convencional. Sus estrategias y tácticas militares fueron diseñadas para batallas tradicionales en campo abierto donde tropas disciplinadas y bien entrenadas podían maniobrar y participar en combates directos. La guerra de guerrillas trastocó estas tácticas, obligando a los británicos a ajustar y repensar su enfoque.
A medida que avanzaba la guerra, el ejército británico comenzó a darse cuenta de la eficacia y el impacto de la guerra de guerrillas en la causa estadounidense. Reconocieron que la guerra irregular, con sus tácticas asimétricas, podría causar daños importantes y obstaculizar las operaciones británicas. Además, los británicos se sintieron frustrados por la dificultad de rastrear y enfrentarse a fuerzas guerrilleras que se mezclaban perfectamente con la población civil.
En respuesta, los británicos intentaron contrarrestar las tácticas de guerrilla empleando estrategias de contraguerrilla y estableciendo guarniciones y fortificaciones para controlar áreas clave. Sin embargo, la guerra de guerrillas siguió siendo una espina clavada durante toda la guerra, contribuyendo a la capacidad de los estadounidenses para resistir y, en última instancia, asegurar la independencia.
En resumen, los británicos inicialmente descartaron la guerra de guerrillas como deshonrosa y antideportiva, pero a medida que la guerra continuó, reconocieron su eficacia y los desafíos que planteaba a sus operaciones militares.