Transporte mejorado: La construcción de ferrocarriles a mediados del siglo XIX jugó un papel crucial en la apertura de la frontera occidental a los agricultores. Los ferrocarriles hicieron posible que los agricultores transportaran sus cultivos y ganado a los mercados orientales de manera rápida y eficiente, reduciendo así los costos de transporte y aumentando su rentabilidad.
Incentivos gubernamentales: El gobierno de Estados Unidos fomentó activamente la migración hacia el oeste a través de diversas políticas e incentivos. La Ley de Homestead de 1862, por ejemplo, concedía tierras públicas a los colonos que aceptaban vivir en ellas y mejorarlas durante al menos cinco años. Esta legislación atrajo a muchos agricultores a Occidente, ya que les dio la oportunidad de poseer tierras sin pagar un costo inicial significativo.
Oportunidades económicas: La economía occidental en expansión brindó numerosas oportunidades para los agricultores. Los auges mineros, la ganadería y el crecimiento de las ciudades agrícolas crearon una demanda de productos agrícolas, como trigo, maíz y ganado. Esta demanda, junto con la disponibilidad de tierras baratas, hizo que la agricultura en Occidente fuera una actividad lucrativa.
Factores religiosos y sociales: Los factores religiosos y sociales también influyeron en la migración de agricultores hacia Occidente. Algunos grupos religiosos, como los mormones, buscaron establecer sus propias comunidades en Occidente donde pudieran practicar su fe libremente. Otros se sintieron atraídos hacia Occidente por la promesa de un nuevo comienzo, libres de las limitaciones sociales y económicas de sus vidas anteriores.