Las manifestaciones culturales de los núcleos cristianos de la Península Ibérica fueron paupérrimas, sobre todo si las comparamos con las de al-Andalus en esa misma época. La cultura, completamente dominada por los eclesiásticos, tenía fines de carácter religioso . En el reino asturiano fue muy notable la influencia de la cultura visigoda, y sobre todo de las obras de San Isidoro, empezando por sus Etimologías. En este reino los principales centros de cultura fueron los monasterios, incluido el de San Millán, en el que destacó en el siglo X el copista Eximeno, pero también las iglesias catedralicias, particularmente las de León y Oviedo. La obra más original producida en el reino asturiano en aquellos siglos fue la conocida como Comentarios al Apocalipsis , del que fue autor el Beato de Liébana. También se potenció mucho la producción historiográfica, de la que cabe destacar la Crónica de Alfonso III . En cualquier caso, en el reino astur-leonés apenas se conservaron textos de autores clásicos. El conocimiento del latín era interesante, ya que era el idioma de la Iglesia, pero el contenido de los autores clásicos no era visto con buenos ojos. El manuscrito más antiguo del período clásico conservado en ese territorio antes de mediados del siglo XI fue, al parecer, un texto del latino Terencio. En otro orden de cosas, es necesario recordar dos textos del siglo X, las Glosas Emilianenses y las Glosas silenciosas , en el que encontramos los testimonios más antiguos de la incipiente lengua romance castellana.
Manifestaciones culturales de los territorios orientales de la España cristiana
Los territorios orientales de la España cristiana, a diferencia del reino astur-leonés, se caracterizaron por la influencia directa del mundo carolingio, mientras que el peso del visigodo y mozárabe fue menor . Esto explica que la carta de Carolina y la regla monástica de san Benito penetraran allí tempranamente. Otro rasgo característico de estos territorios, y sobre todo de la Marca Hispánica, fue la estrecha vinculación que mantenían con al-Andalus, donde diversos monjes acudían a copiar manuscritos de interés filosófico o científico. Los centros de actividad cultural más significativos de la futura Cataluña fueron los monasterios, sobre todo el de Ripoll, y en segundo lugar el de Eixalada-Cuixá, pero también algunas catedrales, como la de Vic. En estos centros se encontraron importantes obras de autores clásicos, entre ellos Cicerón e incluso Aristóteles, así como textos científicos de origen árabe. Prueba indiscutible del prestigio del que gozaba el monasterio de Ripoll es el hecho de que a finales del siglo X, el monje Gerberto de Aurillac acudió al monasterio para estudiar disciplinas como matemáticas, astronomía y música. futuro pontífice Silvestre II .