Lo que comenzó a finales del siglo III a. C. como invasión estratégica para cortar las líneas de suministro cartaginesas que apoyaron la invasión de Roma por Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica pronto se convirtió en una conquista que en unos doce años había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la Península. Sin embargo, aún faltarían dos siglos para que Roma dominara toda la Península Ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que celtíberos, lusitanos, asturianos, cántabros… ofrecieron a los romanos. Nuestra Hispania debió tener algo por lo que valió la pena luchar durante dos siglos... el garum, el aceite, las puellae gaditanae (bailarinas y cantantes de Gades que alcanzaron gran fama en aquella época, fama que llegó a Roma)... y el jamón serrano .
Los romanos ya eran consumidores de jamón, el llamado prosciutto . Cato el Censor (234-149 aC) escribió el primer documento sobre la conservación de los jamones de cerdo:se salaban durante unos días, luego se untaban con aceite de oliva y se colgaban para secar. Menciona que pernae (jamón) y petasones (Las patas delanteras) se producían en la llanura de Emilia (la de Parma era y es famosa) como provisiones para el ejército y para banquetes en Roma. También sabemos que tras su victoria sobre los romanos en Trebbia En el año 217 a. C., Aníbal entró en Parma y confiscó a los habitantes los jamones almacenados en barriles de madera como botín de guerra. Un siglo después en su De re rustica el historiador Varrón (116-27 aC) y el geógrafo Estrabón (63 aC-24 dC), confirman la fama del prosciutto de Parma.
Antes de la llegada de los romanos, los pueblos prerromanos ya se deleitaban con las delicias que generosamente les regalaban los cerdos:embutidos, embutidos... y, sobre todo, jamones - en la antigua Tarraco se encontró un fósil de jamón con más de 2.000 años -. Si los romanos ya conocían el jamón, para qué querían el nuestro... por su calidad y sabor más intenso .
Estrabón en su Geográfica Menciona la gran calidad de los jamones del Cantábrico y de Cerreta, ya que los cerdos se alimentaban con bellotas, y los compara con los ceretanos del Pirineo, cuyas ancas fueron muy codiciadas tras la Pax Romana.
Marcial en un epigrama:
Del país de los cerretanos o de los manapianos (celtas de la zona del Rin) me traen un jamón, y los golosos que se sacian de filetes.
Pero el jamón hispano no se lo podía permitir cualquiera, se convirtió en un artículo de lujo. De hecho, en el Edicto de Precios Máximos o Edicto de Diocleciano a partir del 301 se fijó un precio de 20 denarios por la libra (326 gramos) de jamón cerritano. Para hacernos una idea de su precio, 20 denarios era el salario diario de un arriero o de un campesino. Tal fama llegó a adquirir esa temática incluso se acuñaron monedas…