Entrada extraída de los libros "De Covadonga a Tamarón" y "De la guerra a la unificación".
El caso de Fernando I de León es un ejemplo paradigmático de la interrelación entre los reinos y señoríos medievales peninsulares. Nacido siendo infante del reino de Pamplona, ejerció como conde de Castilla y acabó sus días como rey de León, repartiendo sus dominios entre sus tres hijos y colocando una corona en la cabeza de cada uno de ellos.
Fernando era hijo del rey Sancho III el Viejo de Pamplona, uno de los monarcas más poderosos de la Edad Media en la península, como lo demuestra la extensión del territorio heredado por sus hijos:a García III le fue entregado el reino de Pamplona. , Ramiro el condado de Aragón, a Gonzalo los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Y en cuanto a nuestro protagonista Fernando, ya en vida se le había asignado título del condado de Castilla, después de que el último descendiente de Fernán González, el Conde García Sánchez, fuera asesinado en 1028 sin dejar descendencia.
La hermana del conde asesinado, Mayor (o Munia) de Castilla, estaba casada con Sancho III el Mayor, y el condado pasó nominalmente a su hijo, Fernando Sánchez, aunque inicialmente fue su padre quien ejerció el poder en un condado, el castellano. , que debemos recordar todavía formaba parte del reino de León, del que nunca llegó a independizarse.
Al morir Sancho III en 1035, su herencia produjo desavenencias entre los reinos de León y Pamplona, que acabaron en un enfrentamiento en el campo de batalla entre, por un lado, Vermudo III de León y, por otro, los hermanos García III. de Pamplona. y Fernando conde de Castilla. Esta batalla tuvo lugar en Tamarón (Burgos) en 1037, y a consecuencia de ella murió Vermudo III.
Conmemoración de la batalla de Tamarón en la localidad del mismo nombre.
Vermudo III no tuvo descendencia. En cuanto a Fernando, sus derechos al trono leonés pasaban por los de su esposa, Sancha, hermana de Vermudo III, y no fue fácil para los leoneses reconocerle como rey. De hecho no fue coronado en León hasta junio de 1038, casi un año después de Tamarón y en ese periodo tuvo que enfrentarse y negociar con las principales familias nobles leonesas. Pero finalmente logró lucir la corona de León.
En los años siguientes, la alianza entre el ya rey Fernando I de León y su hermano García III de Pamplona se convirtió en un enfrentamiento. Ambos llevaban años en continuas disputas por la zona fronteriza de Castilla. Además, la actuación de García en el territorio del condado de Castilla que le había correspondido por herencia de Sancho III generó malestar en su contra en la nobleza castellana, ya que en el reparto de las tenencias de este territorio favoreció a los magnates de Pamplona en detrimento de de la nobleza local.
La situación empeoró cuando se produjeron dos incidentes muy similares. Cuando García enfermó, su hermano Fernando fue a Pamplona a visitarlo; Se produjeron varios altercados y un intento de hacer prisioneros tanto al rey como a la reina de León, que tuvieron que huir a toda prisa de Pamplona. Posteriormente, fue Fernando quien enfermó y García quien fue a visitar León (algunos afirman que con la esperanza de que muriera y se apropiara de su reino, aunque no hay constancia de ello); en León, García fue encarcelado y permaneció en prisión durante varios días, pero logró escapar.
A partir de ese momento la tensión entre ambos reinos creció y los ataques fronterizos se generalizaron. Finalmente, tras un frustrado intento de mediación por parte de Domingo de Silos y el abad Íñigo de Oña, los hermanos decidieron poner fin a sus desavenencias en el campo. de batalla. El lugar elegido fue Atapuerca, en Burgos, y el resultado de la batalla favoreció al rey de León. García perdió la vida en la pelea. En el mismo lugar fue proclamado rey su hijo Sancho Garcés IV, que contó con la bendición del rey leonés y de su tío Fernando, quien, según las crónicas, lloró sobre el cuerpo de su hermano y lo trasladó al monasterio de Santa María la Real. de Nájera, donde hoy descansa.
Fernando I de León llora sobre el cuerpo de su hermano García III de Pamplona en la representación de la batalla de Atapuerca que se desarrolla cada año en dicha localidad.
Durante el resto de su reinado, Fernando I se dedicó a consolidar la organización jurídica y religiosa de su reino en el Concejo de Coyanza (Valencia de Don Juan) y a establecer a León como fuerza preponderante en la península mediante la creación de un sistema de parias. o tributos que los debilitados reinos musulmanes de taifas pagaban en pago por la paz y la protección de los leoneses frente a sus enemigos, musulmanes o cristianos. En una de estas tareas de protección contra la Taifa de Zaragoza, un contingente castellano al mando del infante Sancho participó en la batalla de Graus en 1063 contra el ejército aragonés de Ramiro I, otro de los hermanos de Fernando I, fallecido en esa batalla. batalla. La participación del Cid en el mismo es controvertida.
Ese mismo año, 1063, Fernando informó a los notables del reino que había decidido dividir su reino entre sus hijos. Castilla (incluidas las Asturias de Santillana y las tenencias de Liébana, Monzón, Saldaña y Carrión de los Condes) se adjudicó las regalías que Fernando I tenía en Nájera y Pamplona y los parias del reino taifa de Zaragoza; a Alfonso cedió León y Asturias, con los marginados de Toledo; y a García le confirió el dominio sobre Galicia (incluido el condado de Portugal) y los parias de Badajoz y Sevilla. Al establecer los parias que dependerían de cada reino, Fernando estaba marcando el camino de expansión hacia el sur y a costa de las taifas musulmanas para cada uno de sus hijos y los reinos heredados por ellos.
Fernando I.
A sus dos hijas, Urraca y Elvira, se les concedió el control de los monasterios reales, en la institución conocida como "infantazgo", una de cuyas condiciones era que el beneficiario permaneciera soltero. Urraca recibió el infanticatum de Covarrubias y la villa de Zamora y por Elvira se estableció el infantazgo de Campos y recibió la ciudad de Toro.
En junio de 1064, Fernando I tomó Coimbra, avanzando la frontera occidental del reino hasta el río Mondego. En 1065 organizó una expedición contra la Taifa de Valencia y derrotó a los musulmanes en la batalla de Paterna. Pero cuando se encontraba a pocos kilómetros de la ciudad se sintió mal y ordenó regresar a León.
Llegó a la capital del reino el 24 de diciembre de 1065. La Historia Silense Narra sus últimos días de un modo que pretende asimilarlos a los últimos momentos de San Isidoro, probablemente en un intento de ensalzar la liturgia hispánica, en retroceso frente a la romana, por lo que su relato no debe tomarse literalmente.
Según la Crónica silenciosa Al darse cuenta de que se acercaba su fin, se puso en manos de Dios, rogando a los santos "que le ahorraran el reino de las tinieblas y fuera conducido a Cristo". Encontró la fuerza para seguir con su rutina de asistir al servicio de maitines de Nochebuena. El 25 de diciembre de 1065, Fernando I de León se hizo conducir a San Isidoro. Allí se despojó de la corona y del manto real, el cual colocó en el suelo, procediendo a acostarse sobre él. Tenía la frente cubierta de ceniza (en lugar de la corona) y vestía cilicio (en lugar del manto real). Pronunció la siguiente frase:«El reino que recibí de Ti y que goberné mientras fue tu voluntad, te lo devuelvo, y ruego que mi alma, liberada de la vorágine de este mundo, sea recibida en paz».
Murió dos días después, el 27 de diciembre de 1065. «Así, en buena vejez, cargado de días partió en paz:año 1065. Cuyo cuerpo fue entregado a la iglesia del Beato Isidoro, Sumo Pontífice, que él mismo había hecho construir en León desde los cimientos, en el año veintisiete de su reinado, después de seis meses y doce días”, concluye Silense.
Fue enterrado en San Isidoro de León. Aunque inicialmente había pensado en el monasterio burgalés de San Pedro de Arlanza, posteriormente (posiblemente por sugerencia de su esposa Sancha) y para reforzar su vínculo legítimo con Alfonso V y con la monarquía leonesa, optó por San Isidoro. /p>
San Isidoro de León.
En su lápida estaba grabada la siguiente inscripción:“Aquí está enterrado Fernando el Grande, rey de toda España, hijo de Sancho, rey de los Pirineos y de Tolosa. Fue él quien trasladó a León los santos cuerpos:el del beato arzobispo Isidoro, de Sevilla, y el de Vicente Mártir, de Ávila. Hizo esta iglesia de piedra, que antes era de barro. Haciendo la guerra, hizo a todos los sarracenos de España sus tributarios. Conquistó Coimbra, Lamego, Viseo y otras ciudades. Tomó por las armas los reinos de García y Vermudo. Murió el 27 de diciembre de 1065».
Durante su reinado enriqueció notablemente las construcciones de la capital del reino, amplió el territorio leonés a costa de las taifas musulmanas y fomentó la relación de León con los reinos europeos a través del Camino de Santiago. También hubo un florecimiento artístico, no sólo en la arquitectura con la Basílica de San Isidoro, sino también en términos de joyería, cantería y la fabricación y copia de libros.
Un cronista árabe se refirió así al reinado del "déspota Fernando, hijo de Sancho, rey de los gallegos, por los territorios de al-Andalus con su ejército cristiano... que intentó dominar a los emires y se hartó de cargar a los parias". y no se conformó con ocupar los reinos y arrebatárselos al poder islamista”.
Manzano Moreno destaca el papel de Fernando como sucesor de las ambiciones de su padre Sancho III el Viejo de Pamplona:«la herencia política de Sancho el Viejo acabó recayendo en su hijo Fernando, a quien había correspondido el condado castellano. El ascenso de Fernando se produjo por fases, generalmente de forma violenta y siempre contra miembros de su propia familia, combinando legitimidad y alianzas con la propia fuerza militar».
Mucho se ha especulado sobre los motivos que llevaron a Fernando I a dividir su reino entre sus hijos. Es posible que el carisma de Alfonso le hiciera confiar en su buen criterio para conceder a León como reino soberano al que Castilla y Galicia, encabezadas por sus hermanos, le prestarían vasallaje como subordinadas. También hay que tener en cuenta el origen navarro del rey y la práctica en esta monarquía de asegurar al primogénito varón la sucesión en el reino y el patrimonio propio de su padre (lo que explicaría por qué Sancho recibió Castilla) y de repartir entre los restantes de los hijos otras posesiones adquiridas por él o dominios menores subordinados al del primogénito.
Lo cierto es que los hijos de Fernando I no iban a aceptar fácilmente la sucesión establecida por su padre... pero esa es otra historia, a la que dedicaremos la segunda entrada de esta serie.
Imágenes| Archivo del autor, Wikimedia Commons.
De la guerra a la unificación. (Madrid, 2020).