El 23 de noviembre de 1916 fue un día luminoso. Los dorados rayos del sol bañaban la escena, intentando en vano disipar las tinieblas de la guerra. Los Albatros del Jasta 2 alemán regresaron de su infructuosa patrulla matutina. Los operadores alemanes descansaban disfrutando del sol.
Unas horas más tarde partieron para realizar su patrulla vespertina. De repente vieron tres D.H.2 del 24 Escuadrón del Royal Flying Corps (RFC, el 'antepasado' de la RAF). Inmediatamente los Albatros dieron un giro cerrado y corrieron hacia ellos. Los motores zumbaron ruidosamente mientras los operadores los obligaban a trabajar a su máximo potencial.
Uno de los D.H.2 sufrió daños en el motor y se vio obligado a abandonar la batalla y regresar mal a la base. Al mismo tiempo un Albatros caía al suelo sin control. El gran duelo, sin embargo, se desarrolló un poco más abajo. A sólo 300 metros sobre el suelo, el mayor británico Hawker, un as de Victoria Cross con nueve muertes, se enfrentó a Manfred von Richthofen, el famoso 'Barón Rojo'.
A continuación tuvo lugar un combate aéreo épico, digno de la fama y habilidad de los dos pilotos. Richthofen destacó por la calidad de su avión , de un Albatros D II, contra los D.H.2 británicos.
Sin embargo, aunque logró "ponerse detrás" de los británicos, no fue tan fácil derribarlo. Hawker maniobró con una habilidad insondable evitando los ataques del as alemán. Como si eso no fuera suficiente, las ametralladoras de Richthofen se atascaron.
Sin embargo, continuó la persecución, sujetando el timón con una mano e intentando con la otra bloquear el cañón de una de sus ametralladoras por un cartucho defectuoso. Y realmente lo hizo. La única ametralladora empezó a disparar de nuevo. Los D.H.2 fueron alcanzados y se estrellaron contra las líneas alemanas.
Los soldados alemanes sacaron el cuerpo de Hawker de su avión averiado. Una bola de fuego lanzada por Richthofen lo alcanzó en la cabeza y lo mató en el acto. El valiente británico quedó enterrado entre los restos de su avión. Un poco antes, Richthofen, que por supuesto había aterrizado para confirmar su victoria, sacó de su posición vertical el trozo de tela con el número de código del avión enemigo.
También se llevó, como recuerdo, la ametralladora averiada del avión británico. Fue "... la batalla aérea más difícil en la que jamás haya participado", confesó más tarde el propio Richthofen.