El post de hoy nos retrotrae a los convulsos primeros años de los reinos cristianos peninsulares, en los que estaban tan ocupados intentando definir sus fronteras y su propia identidad frente al resto del monarquías descendientes de los visigodos y para ganar terreno a los ocupantes musulmanes de la antigua provincia romana de Hispania.
Concretamente tenemos que situarnos en el año 1134, en el que muere el rey de Aragón Alfonso I El Batallador. Había ascendido al trono aragonés en 1104 a la muerte de su hermano Pedro I. Además, desde 1076 el título de Rey de Aragón llevaba también el de Rey de Navarra, ya que en ese año recayó en el aragonés Sancho Ramírez, padre de tanto Pedro I como Alfonso I.
No es el tema de esta entrada se narra el reinado de Alfonso I El Batallador; basta decir que debe su nombre a su incansable labor de conquista de nuevas tierras tanto del vecino reino de Castilla como de los reinos musulmanes (conquistó Zaragoza en 1118). Y fue precisamente cuando se encontraba en una de esas batallas, en Fraga en 1134, cuando fue herido por una flecha y murió días después.
Su tormentoso matrimonio con Urraca de Castilla no había sido bendecido con un heredero antes de su disolución por decreto papal. Esto provocó su muerte planteando el problema de la sucesión.
Alfonso había designado como herederas a las Órdenes Militares de Ultramar, lo que no fue aceptado por los aragoneses, que quedaron divididos. El primer nombre propuesto fue el del hermano del rey fallecido, Ramiro II, llamado El Monje por haber ostentado dicha condición durante más de cuarenta años.
Los navarros se opusieron a esta designación y propusieron su propio candidato, García Ramírez. Por su parte, la nobleza aragonesa, que no aceptó que Navarra fuera separada del reino, se dividió a su vez entre los leales a Ramiro II y los que optaron por ofrecer la corona a Alfonso VII de Castilla.
La leyenda conocida como “La Campana de Huesca” cuenta cómo Ramiro II convocó a sus nobles en esa ciudad anunciando que había fundido una campana cuyo tañido se oiría en todo Aragón. Siempre según la leyenda, hizo pasar uno a uno a los más rebeldes a una habitación donde les cortó la cabeza y los colocó a todos formando un círculo en cuyo centro estaba, a modo de badajo, la del más rebelde de los nobles del . De esta forma el tañido de la Campana de Huesca resonó, efectivamente, en todo Aragón.
Más allá de la leyenda, los tres años del gobierno de Ramiro II fueron extraordinariamente convulsos, con Alfonso VII de Castilla estableciendo su realeza en Zaragoza y García Ramírez de Navarra comprometiéndose a una serie de pactos. con Ramiro II en Valdoluengo sólo como excusa para intentar hacer prisionero al aragonés que se vio obligado a huir al monasterio oscense de San Juan de la Peña.
Mientras tanto, los nobles aragoneses iban ofreciendo sus lealtades a uno u otro monarca según su conveniencia y cambiando muchas veces de bando según el desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, entre todas ellas destaca la historia de Talesa de Bearn, tanto por su condición de mujer como por ser la inquilina de una fortaleza y también una de las más importantes del reino:la de Uncastillo.
Talesa fue esposa de Gastón de Bearn, formidable guerrero, veterano de las Cruzadas, señor de Uncastillo e inseparable compañero de armas de Alfonso I El Batallador. Tras la toma de Zaragoza en 1118, el rey nombró a Gastón Señor de Zaragoza y le dio el control del barrio de Santa María la Mayor, así como la posesión del castillo en la localidad de Uncastillo.
En 1124 Alfonso I se propuso conquistar las posesiones musulmanas en Andalucía; El nuevo Señor de Zaragoza le acompañaba con el mítico e inseparable olifante que sonaba cada vez que entraba en batalla. Gastón de Bearn continuó junto a su rey en sus numerosas campañas hasta que encontró la muerte en 1130.
Tras su muerte, su viuda Talesa heredó la fortaleza de Uncastillo, y la conservó cuando subió al trono Ramiro II; Como todo el resto de la nobleza aragonesa, tuvo que elegir entre los distintos candidatos al trono. La decisión de Ramiro II de casarse con Inés de Poitiers, de la casa de Aquitania, hizo que Talesa decidiera dar su apoyo al navarro García Ramírez, ya que las casas de Bearn y Aquitania no eran precisamente amigas de ella. Además, Ramiro se negó en una reunión en San Juan de la Peña a concederle el señorío de Zaragoza que había ostentado su marido.
Talesa regresó a su fortaleza de Uncastillo, desde donde contactó con García Ramírez para entregarle la villa, contra los deseos de la población de la villa. Así, en 1136 allí Se produjo un enfrentamiento en Uncastillo entre los defensores de la fortaleza que pretendían entregársela a los navarros y los ciudadanos leales al rey, que acabaron imponiéndose. El rey Ramiro II premió a los habitantes del pueblo concediéndoles el llamado privilegio del ingenio y la franqueza.
Talesa siguió conservando su condición de Señora de Uncastillo y, aunque en 1144 otorgó un testamento en el que expresaba su deseo de que pasara a la Orden del Temple a su muerte. , cuando esto ocurrió en 1154, la regencia de la misma fue concedida al conde de Barcelona y príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV.
La villa de Uncastillo, y más concretamente su fortaleza, volvería a estar destinada a tener un papel protagonista en las luchas entre los reinos de Aragón, Navarra y Castilla en 1363. .pero esa es otra historia.
Fotos:archivo del autor.