Organización
La sociedad celta se centraba en la unidad familiar (o clann/fine) y tribal (tuath). Siendo así, el tuath era la agrupación de varias familias, que habitaban un mismo espacio y vivían bajo la guía de un príncipe o jefe local. La organización celta se parecía en muchos aspectos a la organización feudal, ya que tenía estratos sociales bien definidos y las tribus (o, en la Edad Media, feudos) no estaban directamente subordinadas a un gobierno central y fuerte. Las tribus celtas eran autocéfalas, unidas únicamente por el idioma, la religión y las costumbres.
De organización típicamente aristocrática se distinguían cuatro clases:Druidas, Guerreros y Nobles, Ciudadanos Libres y Esclavos. Los druidas constituyeron una clase privilegiada e influyente que trascendió las divisiones tribales, por esta razón las explicaciones sobre ellos estarán en un texto aparte. Los guerreros eran otra clase de gran importancia para los celtas; el propio jefe del clan era esencialmente un guerrero.
La aristocracia celta estaba apoyada por la clientela, donde el estatus de un noble se definía por el número de clientes. En esta relación, los clientes renunciaban a cualquier estatus dentro del clan y pasaban a tener responsabilidades exclusivamente con los nobles, en compensación, el patrón les garantizaba protección legal y les hacía diversas donaciones. Una relación similar al vasallaje y soberanía feudal.
En el ejercicio de la política tenían un gran sentido democrático. A los reyes o jefes se les podía impedir ejercer sus funciones si se los consideraba incapaces o deshonestos, y la sucesión no obedecía necesariamente a la herencia.
Hombres y mujeres fueron tratados por igual. En cuestiones de interés para todas las tribus, las mujeres tenían el mismo poder de opinión que los hombres. Muchos estudiosos sugieren que este comportamiento proviene de una cultura con una fuerte reverencia por la mujer, en la figura de la Diosa Madre. El pueblo celta estaba sumamente ligado a la religión, que nunca estuvo separada de la política, el arte o cualquier otro ámbito de la vida celta, y fue precisamente la religión la que hizo de los celtas un pueblo consciente de la importancia femenina en la sociedad.
Hábitos y rasgos
La vida celta se centraba en un entorno rural, sin grandes centros urbanos como Roma. La economía misma se basaba en la agricultura y el pastoreo, y el comercio también era de gran importancia.
La vida cotidiana, hoy en día, ha sido objeto de varios estudios. Las excavaciones arqueológicas acabaron revelando pueblos con un alto grado de conservación, lo que permitió una reproducción más fiel de la vida cotidiana celta.
Se sabe que vivían en pueblos de orientación rural, y los descubrimientos arqueológicos revelan que vivían de forma sencilla en casas de madera, barro e incluso piedra. Pero con gran preocupación en lo que respecta a la decoración y ornamentación. Eran expertos en trabajar los metales, tanto es así que las piezas y utensilios elaborados por los celtas circularon por toda Europa Occidental. La calderería es un ejemplo notable de la eminencia celta en la metalurgia.
Incluso los ciudadanos comunes guardaban en sus hogares un número razonable de utensilios, como armas, hoces, machetes, azadones e incluso piezas ornamentales.
En cuanto a los hábitos alimentarios, en el menú celta eran habituales los cereales y las frutas, además de la carne, fruto de la caza. Se sabe que consumían hidromiel, una bebida alcohólica muy antigua de la especie vino y, como su nombre indica, se obtenía mezclando miel y agua.
Los hábitos funerarios, según la evidencia arqueológica, indican una fuerte influencia de los pueblos circundantes. Los aristócratas fueron enterrados con diversas pertenencias cuidadosamente elaboradas, incluidos jarrones, armas y otros. Era común que los muertos adornaran una especie de collar de muy significativo valor, llamado torqui. Este tipo de collar era bastante peculiar de la cultura celta, tenía forma tubular con diseños de espirales concéntricas. Como en otras culturas, los adornos decían mucho sobre los muertos. El torquis dorado, por ejemplo, indicaba que el cuerpo enterrado era sin duda un aristócrata.
La valentía de los guerreros celtas siempre se menciona en cualquier libro sobre esta civilización. Los celtas fueron objeto de observaciones por parte de varios autores romanos, que los describieron como un pueblo bárbaro, entre ellos Julio César narró su conquista de la Galia en los famosos siete volúmenes de “De bello gallico” (o “Sobre la guerra de las Galias”). Estos autores romanos siempre destacan otros aspectos de los rasgos celtas. Uno de los relatos más famosos es del historiador romano Deodoro:
“…lucen aterradores… Son altos de estatura, con músculos fuertes bajo una piel blanca pálida. Tienen el pelo rubio, sin embargo, no es rubio natural:lo decoloran... y lo peinan hacia atrás. Parecen demonios del bosque, con el pelo espeso y descuidado como crin de caballo. Algunos tienen la cara bien afeitada, pero otros, especialmente los altos dignatarios, se afeitan las mejillas pero mantienen un bigote que les cubre toda la boca... Llevan camisas bordadas de colores, pantalones llamados bracae y una capa sujeta a los hombros con un broche. , oscuro en invierno y claro en verano. Estas túnicas son a rayas o cuadros y vienen en diferentes colores…”
El asombro de Deodoro es bastante evidente. En este breve extracto cita el aspecto “aterrador” de los celtas y, en cierto modo, no se equivocaba. En las batallas, los guerreros celtas portaban los conocidos cascos con cuernos, se pintaban el cuerpo con pintura azul, era común andar descalzos y los guerreros se organizaban de forma caótica en comparación con las legiones romanas. Pero el factor que más llamó la atención de estos autores fue la costumbre de los celtas de conservar las cabezas de los oponentes de gran importancia, casi a modo de trofeo. La cabeza después de ser decapitada se guardaba en cajas de madera.
Estudiar el día a día de estas personas es un gran reto que poco a poco se va superando. La falta de registros escritos sobre su vida cotidiana es el gran obstáculo, ya que los celtas no lo hacían de ninguna manera. Se cree que fueron los druidas quienes prohibieron el registro escrito, pero este hecho tampoco está confirmado. Los únicos relatos disponibles son de autoría grecorromana y, en varios aspectos, la información puede no ser del todo cierta.