Los europeos habían logrado grandes avances en innovación tecnológica durante la revolución industrial. Habían inventado nuevas armas y armas de fuego que eran mucho más poderosas y precisas que cualquier cosa que poseyeran los ejércitos locales. Esto dio a los europeos una ventaja decisiva en la guerra y les hizo mucho más fácil conquistar y controlar la región.
Fuerza militar
Los ejércitos europeos eran mucho más grandes y más disciplinados que los ejércitos de los estados locales. También estaban equipados con mejores armas y suministros. Los europeos pudieron utilizar su fuerza militar superior para derrotar cualquier resistencia y establecer su dominio en la región.
Poder económico
Los europeos también eran mucho más ricos que los estados locales. Tenían acceso a grandes cantidades de capital y podían financiar fácilmente sus campañas militares. Las economías locales eran a menudo débiles y subdesarrolladas, lo que las hacía incapaces de resistir el poder económico de los europeos.
División política
Los estados locales del sur y sudeste de Asia a menudo estaban divididos y en conflicto entre sí. Esto les dificultó unirse y resistir la invasión europea. Los europeos pudieron explotar las divisiones políticas dentro de la región en su beneficio y debilitar a sus oponentes.
Falta de unidad
La población local también estaba a menudo dividida por motivos religiosos y étnicos. Esto les dificultó presentar un frente unido contra los europeos. Los europeos pudieron aprovechar estas divisiones y enfrentar a la población local entre sí.
En conclusión, los europeos pudieron dominar gran parte del sur y sudeste de Asia en los siglos XIX y XX principalmente debido a su superioridad tecnológica, fuerza militar, poder económico, división política y falta de unidad entre la población local. Estos factores se combinaron para hacer de los europeos la fuerza dominante en la región durante más de un siglo.