El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono austrohúngaro, fue asesinado por un nacionalista serbio en Sarajevo, capital provincial de Bosnia-Herzegovina (anexada formalmente por Austria-Hungría en 1908). Gran Bretaña no tuvo una conexión directa con este evento, pero sus consecuencias impactarían profundamente a la nación.
Alianzas y Enredos:
Austria-Hungría lanzó un ultimátum a Serbia, que fue considerado provocativo e irrazonable por muchas potencias europeas, incluida Rusia, patrona y protectora de Serbia dentro de la compleja red de alianzas que caracterizó a la Europa de antes de la guerra. Rusia comenzó a movilizar sus fuerzas y Alemania, aliada de Austria-Hungría, respondió declarando la guerra a Rusia el 1 de agosto de 1914, seguida de Francia, aliada de Rusia.
El Plan Schlieffen:
La estrategia militar de Alemania, el Plan Schlieffen, se basaba en derrotar rápidamente a Francia antes de enfrentarse a Rusia. Esto requirió violar la neutralidad de Bélgica, que Gran Bretaña había garantizado en virtud del Tratado de Londres de 1839. El 4 de agosto de 1914, las tropas alemanas habían entrado en Bélgica, lo que llevó a Gran Bretaña a declarar la guerra a Alemania.
Sentimiento público y político:
El sentimiento público en Gran Bretaña estaba fuertemente a favor de defender a Bélgica y cumplir con las obligaciones de la nación en virtud del tratado. La violación de la neutralidad belga fue vista como una violación del derecho internacional y una amenaza a los intereses y la seguridad británicos. Líderes políticos de todo el espectro apoyaron la participación, y el Primer Ministro Herbert Asquith declaró que "Gran Bretaña no puede quedarse al margen mientras se pisotea a naciones amigas".
Consideraciones económicas:
Gran Bretaña tenía vínculos económicos importantes tanto con Francia como con Rusia y la interrupción del comercio debido a la guerra representó una amenaza para la economía de la nación. Los intereses financieros británicos también estaban en juego, ya que su derrota podría poner en peligro los préstamos y las inversiones tanto en Rusia como en Francia.
Mantener el equilibrio de poder:
Gran Bretaña tenía una política de larga data de mantener un equilibrio de poder en Europa para evitar que una sola potencia se convirtiera en dominante y amenazara los intereses británicos. El ascenso de Alemania como poderosa fuerza industrial y militar desafió este equilibrio, y la entrada de Gran Bretaña en la guerra se consideró necesaria para contrarrestar el expansionismo alemán y preservar el orden europeo existente.
En resumen, la participación de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial fue impulsada principalmente por la violación de la neutralidad belga, un sentido de obligación hacia sus aliados, el sentimiento público, consideraciones económicas y la necesidad de mantener el equilibrio de poder en Europa.