Inmediatamente después de la guerra, Francia fue ocupada por fuerzas aliadas, que ayudaron a restablecer el orden y comenzar el proceso de reconstrucción. El país también recibió una importante ayuda financiera de Estados Unidos, a través del Plan Marshall. Esta ayuda ayudó a reconstruir la economía y la infraestructura francesas y, a principios de la década de 1950, Francia se había recuperado en gran medida de la guerra.
Sin embargo, la guerra había dejado un legado duradero en Francia. El país había perdido su condición de gran potencia mundial y su panorama político había cambiado. La tradicional división izquierda-derecha había sido reemplazada por una nueva división entre los gaullistas (partidarios del general Charles de Gaulle) y los comunistas. Esta división moldearía la política francesa durante las próximas décadas.
A pesar de los desafíos, Francia emergió de la Segunda Guerra Mundial como una nación más fuerte y unificada. La resistencia y la determinación del país habían sido puestas a prueba y había salido de la guerra con un nuevo sentido de identidad y confianza; el país estaba en camino de convertirse en una de las principales economías del mundo y en un actor importante en el escenario internacional.