En respuesta a la revolución, algunos gobernantes europeos adoptaron una política de represión. Intentaron suprimir cualquier signo de disidencia o actividad revolucionaria en sus propios países. También intentaron impedir que sus ciudadanos conocieran la revolución censurando periódicos y libros. Otros gobernantes europeos adoptaron una política de acomodación. Intentaron cooptar las ideas y reformas de la revolución para evitar una revolución en sus propios países. Hicieron concesiones a sus ciudadanos, como darles más derechos y libertades. También intentaron mejorar las condiciones de vida de sus súbditos mediante la construcción de carreteras, escuelas y hospitales.
En última instancia, la Revolución Francesa tuvo un profundo impacto en la política y la sociedad europeas. Inspiró revoluciones en otros países europeos, como la Revolución Alemana de 1848 y la Revolución Rusa de 1917. También condujo al surgimiento del nacionalismo y el liberalismo, que darían forma a la política europea durante los dos siglos siguientes.