Su decisión de abdicar fue en parte respuesta a la presión de políticos y generales que creían que su presencia continua en el trono podría obstaculizar el proceso de negociación con las potencias aliadas victoriosas. Además, en aquella época se produjeron revoluciones y disturbios generalizados en Alemania, y los ciudadanos pedían la abolición de la monarquía y el establecimiento de una república democrática.