Se considera que Gran Bretaña fue el país industrial más destacado durante ese tiempo, principalmente debido a su papel pionero en la revolución industrial y su rápido crecimiento industrial. Gran Bretaña lideró el camino en mecanización, avances tecnológicos y explotación de sus abundantes recursos naturales, principalmente carbón y hierro, que impulsaron su progreso industrial.
Si bien Francia experimentó una industrialización considerable en el siglo XIX, su ritmo y extensión quedaron rezagados con respecto a Gran Bretaña y algunas otras naciones europeas como Alemania y Bélgica. El enfoque de Francia en la agricultura y sus sectores tradicionales, como los textiles y los artículos de lujo, significó que su industrialización se produjo a un ritmo más lento.