El Imperio Otomano tenía un territorio vasto, pero su infraestructura no estaba bien desarrollada. Esto dificultaba el movimiento rápido y eficiente de tropas y suministros, lo que constituía una gran desventaja en las campañas militares.
Falta de modernización
El Imperio Otomano tardó en adoptar tecnología y tácticas militares modernas. Esto lo puso en desventaja frente a las potencias europeas, que estaban más avanzadas en estas áreas.
Economía en declive
La economía del Imperio Otomano estuvo en declive durante gran parte del siglo XIX. Esto se debió a una serie de factores, entre ellos la corrupción, la mala gestión y la pérdida de territorio. La caída de la economía dificultó que el Imperio Otomano recaudara dinero para financiar sus servicios militares y otros servicios esenciales.
Disidencia interna
El Imperio Otomano estuvo plagado de disidencia interna durante gran parte de su historia. Esto se debió a una serie de factores, incluidas las tensiones étnicas y religiosas, así como el aumento del nacionalismo. La disidencia interna hizo difícil para el Imperio Otomano mantener el control sobre su territorio y presentar un frente unido contra sus enemigos.
Intervención extranjera
El Imperio Otomano fue a menudo blanco de intervenciones extranjeras. Esto se debió a su ubicación estratégica, su vasto territorio y su poder en declive. La intervención extranjera debilitó aún más al Imperio Otomano y hizo más difícil mantener su independencia.