Stalin unió fuerzas con los aliados en la Segunda Guerra Mundial principalmente para derrotar a la Alemania nazi. La invasión alemana de la Unión Soviética, conocida como Operación Barbarroja, comenzó el 22 de junio de 1941 y representó una amenaza importante para la existencia de la Unión Soviética.
Inicialmente, Stalin buscó mantener la neutralidad en la guerra y firmó el Pacto Molotov-Ribbentrop con la Alemania nazi en 1939. Sin embargo, la invasión de la Unión Soviética por parte de Alemania provocó un cambio dramático en la política exterior soviética.
Después de la invasión alemana, la Unión Soviética necesitaba desesperadamente ayuda militar y económica de los aliados occidentales, es decir, Estados Unidos y Gran Bretaña. Esto llevó a la formación de la coalición aliada, con el objetivo común de derrotar a la Alemania nazi y sus aliados del Eje.
Los aliados proporcionaron a la Unión Soviética suministros vitales, incluidos alimentos, municiones, vehículos y aviones, en el marco de programas como Préstamo y Arrendamiento. Estados Unidos también proporcionó un importante apoyo financiero al esfuerzo bélico soviético.
A pesar de las diferencias ideológicas, los aliados reconocieron que derrotar a Alemania era de suma importancia. La alianza entre la Unión Soviética y los aliados occidentales fue principalmente un matrimonio de conveniencia, en el que ambas partes buscaban preservar sus propios intereses frente al enemigo común.
Al final, las fuerzas aliadas, incluida la Unión Soviética, salieron victoriosas en la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó la derrota de la Alemania nazi y el fin de la guerra en 1945.