Historia antigua

Protógenes, el famoso pintor antiguo que se negó a dejar de trabajar en medio del asedio de Rodas

Entre los muchos pintores que trabajaron en el mundo helénico durante el siglo IV a.C. hay dos que destacan por la fama de sus obras, y también por su amistad y rivalidad. Son Apeles y Protogenes.

Apeles era el pintor favorito de Alejandro Magno al que, según fuentes, solía visitar en su taller, y el único al que permitía retratarlo. Protógenes, que nació en Caria, en la costa suroeste de Anatolia, trabajó principalmente en la isla de Rodas, donde vivió prácticamente toda su vida, y si hacemos caso a Plinio el Viejo también fue escultor.

Hay que recordar que los pintores helenísticos conocían los trucos de la perspectiva, el escorzo y la iluminación, y habían alcanzado un grado de realismo posiblemente similar al de la escultura.

Protógenes, el famoso pintor antiguo que se negó a dejar de trabajar en medio del asedio de Rodas

Sus pinturas, que tardaban años en terminarse, decoraron los santuarios, el interior de los templos y los edificios públicos más importantes de las ciudades griegas. Pausanias nos dice, por ejemplo, que una pintura de las thesmothetae (los seis arcontes menores de Atenas, que se ocupaban de las leyes) pintados por Protógenes se podían ver en la sala de la Boulé, el órgano de gobierno de Atenas.

Según Plinio el Viejo, en los Propileos de la Acrópolis también existía un cuadro de Protógenes en el que se representaban dos de las naves sagradas de Atenas, el Paralo y los Amonias (probablemente refiriéndose a las Salaminas), trirremes que se utilizaban en funciones religiosas y correo diplomático. Atenas es, pues, la única ciudad a la que se sabe que Protógenes viajó para realizar este trabajo in situ.

Apeles debió ser tan bueno en su arte que podía permitirse el lujo de elogiar y ayudar a otros pintores. Reconoció, por ejemplo, que Melantio le superaba en composición y Asclepiodoro en perspectiva. Entonces, al enterarse de que su mayor rival, Protógenes, que ya tenía cincuenta años, vivía en la pobreza y se mantenía pintando barcos, se embarcó hacia Rodas.

Protógenes, el famoso pintor antiguo que se negó a dejar de trabajar en medio del asedio de Rodas

Al llegar al estudio de Protógenes y al encontrarse ausente, se encontró con una anciana que le preguntó a quién debía anunciar cuando regresara el pintor. Apeles tomó un pincel y trazó una delgada línea de contorno en un panel. Cuando Protógenes regresó la anciana no pudo decirle quién había venido a visitarlo, pero viendo la línea pintada y su gran delicadeza, supo que sólo Apeles podría haberlo hecho.

Entonces tomó un pincel y dibujó dentro de él una línea aún más fina, pero de otro color, dividiendo la de Apeles en dos, y le dijo a la mujer que se la mostrara al extraño si regresaba. Así fue, Apeles regresó y se maravilló de la habilidad de Protógenes. Pero volvió a trazar una tercera línea dentro de las otras dos, tan fina que cuando Protógenes regresó y la vio tuvo que admitir la superioridad de Apeles, por lo que corrió al puerto a recibirlo antes de partir.

Ese panel pasó de generación en generación como una obra maestra hasta que fue adquirido por Julio César, desapareciendo para siempre durante el incendio de su palacio en el Palatino. Se podría pensar que se trata sólo de una leyenda, si no fuera porque Plinio el Viejo aún pudo contemplarla.

Apeles preguntó a Protógenes cuánto quería por algunas de sus pinturas, a lo que Protógenes respondió con una modesta suma. Apeles, sin embargo, le ofreció la considerable suma de 50 talentos (según cálculos modernos, aproximadamente un millón de dólares actuales). Luego corrió la voz de que tenía la intención de revender las pinturas como propias.

Los rodios se dieron cuenta del valor que debían tener las obras de Protógenes y las compraron pagando más de lo que había ofrecido Apeles, conservándolas desde entonces entre los tesoros de la ciudad. Pero, ¿qué tan bueno era Protógenes pintando?

Estrabón cuenta que en una ocasión había pintado a un sátiro junto al cual dibujó una perdiz de manera tan realista que la gente simplemente la miraba, e incluso las perdices reales la llamaban. Para que la vista no se desvíe del sátiro, que era su motivo principal, suprimió la perdiz del cuadro.

Protógenes, el famoso pintor antiguo que se negó a dejar de trabajar en medio del asedio de Rodas

Cuando pintó su cuadro del héroe Ialysus (el mítico fundador de la ciudad de Ialysos en Rodas) aplicó cuatro capas de pintura para que cuando el tiempo desgastara la capa superior los colores permanecieran frescos y claros. En ese mismo cuadro, enojado por su incapacidad para representar de manera realista la espuma de la boca del perro de Ialiso, perdió los estribos y comenzó a borrarla con una esponja, produciendo el efecto que buscaba.

Pero quizás el episodio más conocido de la vida de Protógenes ocurrió durante el asedio del rey macedonio Demetrio Poliorcetes a Rodas. Mientras la batalla arreciaba, continuó trabajando en el jardín de su estudio, que estaba directamente en la línea del avance macedonio.

Demetrio informado lo mandó llamar y le preguntó por qué no se había refugiado detrás de los muros con los demás, a lo que Protógenes respondió:porque sé que estás haciendo la guerra contra los rodios y no contra las artes . Entonces Demetrius colocó guardias para protegerlo y cambió la dirección de su avance para no molestarlo.

Protógenes, el famoso pintor antiguo que se negó a dejar de trabajar en medio del asedio de Rodas

Según nos cuenta Plutarco, el cuadro que Protógenes estaba trabajando en aquel momento era el de Ialiso, y por eso los rodios habrían enviado heraldos para pedir a Demetrio que no lo destruyera.

Este cuadro, que tardó siete años en pintarse, todavía se encontraba en Rodas en tiempos de Augusto, donde Cicerón lo vio. Una o dos generaciones más tarde, en tiempos de Plinio el Viejo, ya había sido trasladado a Roma y colocado en el Templo de la Paz.

Dado el tiempo que dedicó a cada uno de ellos, el número de obras de Protógenes fue, según Plinio, comparativamente pequeño. Entre los que menciona como suyo se encuentran un retrato de la madre de Aristóteles y otro, el último que pintó, titulado Alejandro y Pan , el único en el que retrató al conquistador macedonio.

Ninguna copia de sus obras ha llegado hasta nuestros días, como ha ocurrido en el caso de otros pintores, cuyas obras se han encontrado reproducidas, ya en época romana, en frescos de Pompeya o en mosaicos.