
Por mí. Cláudio Fernandes
En el contexto de la Baja Edad Media, uno de los acontecimientos destacados fue el Renacimiento Comercial en Europa, que tuvo lugar entre los siglos XIII y XIV. Varios factores impulsaron el desarrollo del comercio europeo en este período, entre ellos, las campañas de las cruzadas y la ruptura de la hegemonía islámica del mar Mediterráneo. La formación de centros urbanos como Venecia, Florencia y Génova también acompañó el desarrollo comercial de esa época. Fue en este ambiente donde la singular figura de comerciante.
El comerciante , así como otros miembros de la población urbana (el artesano, por ejemplo), no se ajustaba a las calificaciones sociales imperantes en la Edad Media, es decir, no obedecía a la tríada:guerreros, agricultores y altavoces. El comercio expansivo requirió un tipo social diferente al de la tríada que fundó el sistema feudal.
El florecimiento de la clase mercantil permitió la concentración de la riqueza y el surgimiento de distritos, las primeras ciudades que contuvieron el intenso flujo de personas y bienes. El comerciante era el personaje social que estaba en el centro de las relaciones que se producían en los espacios comerciales de los barrios. Él era el mediador entre los productos llegados de otros continentes y los compradores de las ferias medieval. El comerciante “se hizo”, “se construyó” a partir del desarrollo de sus habilidades, a diferencia del noble guerrero, por ejemplo, que estaba ligado a su origen, a su linaje, al linaje de la nobleza.
Por ser, al mismo tiempo, navegante y comerciante, el comerciante necesitaba desarrollar habilidades que contemplaran estas dos ramas de su actividad. Para ello, exigía cierta intelectualización por las experiencias de la navegación y el comercio. El estudio detenido de las técnicas de navegación, el manejo exacto de los instrumentos utilizados en la orientación náutica, el dominio de los cálculos, el conocimiento del origen y calidad de los productos, etc. Todas estas exigencias hacían del comerciante un personaje esencialmente diferente en el contexto medieval.
Algunos historiadores han señalado que, junto con los humanistas, los comerciantes fueron en gran medida responsables de “la construcción de la Edad Moderna”, de la creación del “nuevo mundo”. Sus conocimientos y habilidades favorecieron el surgimiento de la nueva clase que se convertiría en protagonista de la historia moderna:la burguesía. Como bien señaló Aron Gurevic en su ensayo “El comerciante”:
“[...] la nueva comprensión de la naturaleza, la capacidad de observarla desde dentro, la asimilación perspectiva del espacio y el gusto por los detalles reales, el sentido profundamente diferente de el tiempo y la comprensión de la historia, la 'humanización' en el cristianismo, en definitiva, la nueva apreciación de la individualidad humana; todo esto correspondía a una visión más racionalista del mundo y a las profundas necesidades de la nueva clase, la protoburguesía. La práctica de los comerciantes y la actividad creativa de los principios, valores y virtudes individuales eran bastante diferentes, pero ambas contribuyeron a un orden común, participaron en la creación del nuevo mundo”. (GUREVIC, Aron. “El comerciante”. En:LE GOFF, Jacques (ed.). El hombre medieval. Presencia editorial:Lisboa, p.188.)
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