Historia antigua

El Dios de Miguel Ángel

El Dios de Miguel Ángel

Por Rainer Sousa

A pesar de ser concebido como un ser espiritual y superior, el Dios de la cristiandad siempre ha sido objeto de varios intentos de representación. A menudo inspirados por el relato del Génesis, que nos dice que fuimos concebidos a su imagen y semejanza, los artistas han tratado de resolver este increíble misterio divino. Con el tiempo, diversas manifestaciones acabaron coincidiendo en un conjunto de características muy específicas para tal creador de todas las cosas.

En el siglo XVI, al brillante pintor italiano Miguel Ángel se le encomendó la tarea de pintar los frescos de la Capilla Sixtina. En esta obra, reconocida como una de las manifestaciones más destacadas del arte renacentista, ejecutó la creación del fresco “La creación de Adán”, que representa el momento exacto en que Dios estableció la creación del hombre. Detrás de la belleza de la imagen, podemos percibir interesantes nociones religiosas sobre la figura divina.

La imagen de Dios creada en la obra de Miguel Ángel tiene un conjunto de características bien definidas. Percibimos la construcción de una imagen masculina, senil, pero al mismo tiempo mostrando una condición física vigorosa y activa. En esta conjunción de elementos se percibe mucho más que una simple elección subjetiva. Como artista, podemos ver que el autor de esta obra estuvo claramente influenciado por relatos bíblicos que describen o hablan de Dios mismo.

La figura de un “dios antiguo” comulga perfectamente con algunos pasajes que utilizan expresiones alternativas para referirse a Dios. En varios pasajes del Antiguo Testamento observamos que la figura divina es llamada con la expresión “el anciano de los días”. La función principal de esta alegoría es reforzar la idea de Dios como creador del mundo y, como criatura espiritual, existiría mucho antes de que el hombre o el mundo mismo existieran.

Además, valorando una importante prerrogativa estética del Renacimiento, observamos que el Dios de Miguel Ángel se proyecta hacia el primer hombre concebido. En este sentido, la impresión de movimiento valora la idea de que Dios es un ser de grandes poderes que inciden directamente en la existencia humana. El detalle del dedo puntiagudo promueve una sensación de equilibrio entre las dos partes del fresco. El brazo extendido valora la asociación entre Dios y su poder creativo.

Finalmente, ¿en qué valores bíblicos se basaría esta corpulenta y masculina representación de Dios? En este sentido, debemos acudir a los distintos momentos en los que la narrativa bíblica tematiza la relación de Dios con la nación hebrea. En diversas situaciones, poderes divinos sobrenaturales interceden en victoria contra alguna nación enemiga extranjera. Con esto, el sentimiento de dios guerrero y poderoso acaba influyendo en la preferencia de asociar a Dios con un hombre de gran tamaño físico.

De esta manera, nos damos cuenta de que el diálogo entre el arte y las creencias religiosas establece relaciones que muchas veces pasan desapercibidas. Sin duda, no podemos dejar de decir que algunos de estos elementos explorados en la pintura de Miguel Ángel acabaron siendo interiorizados por muchos de los cristianos de todo el mundo. Al fin y al cabo, ¿quién no ha imaginado nunca la figura divina de forma similar?


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