Entre los siglos XVI y XVII, los intereses económicos europeos se dirigieron esencialmente hacia América, en busca de mercados que abastecieran de productos tropicales y metales preciosos.
Portugal y España tomaron la delantera en el colonialismo, guiados por la política económica mercantilista y apoyados en el monopolio del pacto colonial. Sin embargo, la industrialización europea de los siglos XVIII y XIX obligó a las metrópolis a buscar nuevos mercados de consumo, frente a la producción a gran escala, sustituyendo el exclusivismo comercial por una política económica liberal.
La difusión de la industria
A principios del siglo XIX, la industrialización que se había iniciado en Inglaterra comenzó a expandirse a otras regiones.
Bélgica inició tempranamente su industrialización gracias a las inversiones británicas y a la abundancia de carbón y hierro en la región.
En Francia, la estructura del Antiguo Régimen dificultó el desarrollo industrial. Con la revolución de 1789, la burguesía capitalista tomó el poder, pero fue a partir de 1830, en el gobierno de Luís Felipe, que tomó forma la revolución industrial francesa, desarrollándose efectivamente con Napoleón III durante el Segundo Imperio. Sin embargo, la ausencia de carbón y la pérdida de ricos depósitos de hierro desde Alsacia-Lorena hacia Alemania obstaculizaron el proceso.
Alemania e Italia encontraron condiciones favorables para el desarrollo de su parque industrial sólo después de la unificación política, que tuvo lugar en 1870.
Fuera de Europa, Estados Unidos fue el único país de América que encontró condiciones para industrializarse, gracias al descubrimiento de oro en California, la Guerra Civil y la inversión de capital británico. A finales del siglo XIX, la producción industrial estadounidense ya había superado a Inglaterra y Alemania. Además, el expansionismo de Estados Unidos alcanzó a Japón, cuya modernización provocada por la Revolución Meiji (Edad de la Ilustración), en 1868, asimiló la tecnología estadounidense, partiendo desde allí de un programa sistemático de industrialización.
Monopolios e invenciones tecnológicas
La industrialización inglesa, en el siglo XVIII, propició la formación de grandes empresas que comenzaron a monopolizar la producción, sustituyendo al capitalismo competitivo. A partir de 1860 se inició una segunda etapa de la Revolución Industrial. En esta nueva fase, el acero reemplazó al hierro como material industrial básico, el vapor dio paso a la electricidad y el petróleo comenzó a utilizarse como fuerza motriz en lugar del carbón. También fue destacable la introducción de la maquinaria automática, el crecimiento de la producción, la extrema división del trabajo y una auténtica revolución en los medios de transporte y comunicación.
En aquella época, el capitalismo industrial fue superado por el capitalismo financiero, dando lugar a la concentración de empresas y enormes complejos industriales. Como resultado, surgieron grandes conglomerados económicos, como fideicomisos, cárteles y sociedades holding.
El crecimiento desenfrenado de la industria generó un gran excedente de producción, que entró en conflicto con el desempleo provocado por el uso generalizado de máquinas en el proceso industrial. Las grandes potencias, para mantener el ritmo de desarrollo, necesitaban mercados. Surgió así una expansión imperialista que alcanzó principalmente África y Asia, que se convirtieron en escenario de disputas y rivalidades en el reparto del mercado mundial.
La carrera colonial
La razón básica de la colonización fue económica. Europa tenía varios países atravesando la Revolución Industrial, que necesitaban materias primas esenciales para la industrialización, como carbón, hierro y petróleo; productos alimenticios, que normalmente faltan en Europa; mercados de consumo de excedentes industriales; y lugares para la inversión de capital disponibles en Europa, principalmente en la construcción de ferrocarriles y operaciones mineras. En términos sociales, la colonización fue una salida a la presión demográfica. En el plano político, la razón esencial fue la preocupación de los estados europeos por incrementar sus contingentes militares.
El proceso de partición colonial
En 1830, Francia dio el primer paso en la conquista de África. Sus ejércitos iniciaron la conquista de Argelia, proceso que no concluyó hasta 1857. Leopoldo II, de Bélgica, dio un nuevo impulso al colonialismo en 1876, reuniéndose en Bruselas para un congreso de presidentes con el objetivo, según él, de difundir la civilización occidental.
Los países europeos se embarcaron rápidamente en la aventura africana. Francia conquistó Argelia, Túnez, África ecuatorial, la costa somalí y Madagascar; los británicos anexaron Rodesia, la Unión Sudafricana, Nigeria, la Costa Dorada y Sierra Leona; Alemania, que entró tarde en la carrera colonial, sólo adquirió Camerum, África sudoccidental y África oriental; Italia anexó las costas de Libia, Eritrea y Somalia.
Los antiguos países colonizadores de Europa, Portugal y España, quedaron con porciones reducidas:España, con el Marruecos español, Rio do Ouro y Guinea española; Portugal, con Mozambique, Angola y Guinea portuguesa.
La Conferencia de Berlín, convocada por Bismarck, Primer Ministro de Alemania, fue el hito más importante en la carrera colonialista. Su objetivo principal era legalizar la propiedad personal del rey Leopoldo II de Bélgica sobre el Estado Libre del Congo y establecer las reglas para la partición de África entre las principales potencias imperialistas.
La carrera colonial africana produjo numerosas fricciones entre los países colonialistas, constituyendo uno de los factores básicos del desequilibrio europeo, responsable del estallido de la Primera Guerra Mundial.
Penetración europea en Asia
Asia permaneció aislada hasta el siglo XIX. Sólo unos pocos puertos estaban abiertos a los comerciantes occidentales que recibían productos orientales para comercializarlos en Occidente, permaneciendo así casi inmunes a las influencias occidentales.
Esta situación cambió radicalmente a lo largo del siglo XIX. Los países occidentales han pasado del simple comercio portuario a una política de zonas de influencia, promoviendo un verdadero intercambio. Rusia fue el país más interesado en la expansión territorial de Asia, debido a su proximidad a su territorio.
Los ingleses habían arrebatado la India a los franceses en 1763, dejando a una compañía inglesa a cargo de la exploración. En 1858, con la revuelta de los cipayos (nativos que sirvieron en los ejércitos coloniales) rápidamente reprimida, la India pasó a formar parte del Imperio Británico.
En China, la Guerra del Opio, motivada por la destrucción de cargamentos de opio pertenecientes a súbditos ingleses por parte de los chinos, permitió la conquista de Hong Kong, Shanghai y Nanjing. La reacción contra la invasión de China provino de una sociedad secreta conocida como boxeadores, que promovían ataques contra los extranjeros residentes en China. Las naciones europeas organizaron una expedición conjunta para castigar a la sociedad y al gobierno chino que la apoyaba, de ahí la Guerra de los Bóxers, que completó la dominación de China por las potencias europeas.
Por otro lado, los japoneses ocuparon Corea, y los alemanes, la península de Chantung, mientras que Francia dominaba Indochina.
La administración colonial
En la zona de dominación francesa, existían dos tipos básicos de colonización:colonias y protectorados (un estado puesto bajo la autoridad de otro). Las colonias estaban bajo la supervisión directa del Ministerio de Colonias, siendo gobernadas localmente por un gobernador general, responsable de la actividad local. Los protectorados, a su vez, mantuvieron un alto grado de autonomía. Prácticamente todas las decisiones fueron tomadas por elementos indígenas, bajo la supervisión de un representante de la metrópoli.
Entre las colonias inglesas, la variedad era muy grande:las colonias de la Corona, que dependían directamente de la metrópoli; colonias con cierto grado de autonomía, con un parlamento elegido localmente; y los dominios, que eran prácticamente independientes.
La forma de organización administrativa en las demás colonias, pertenecientes a otros países europeos, no varió mucho en relación a los dos tipos presentados, es decir, colonias propiamente dichas y dependencias semiautónomas.
La exploración colonial
En general, los países colonialistas de Europa procedieron de forma empírica (sin carácter científico, basado en la experiencia) en la organización del sistema de explotación colonial.
Los británicos fueron una excepción, porque tenían un inmenso imperio colonial que les permitía una extraordinaria variedad de recursos materiales y humanos. La política de libre comercio, adoptada en Inglaterra después de 1850, se extendió a las colonias, estandarizando las relaciones económicas.
Francia, a su vez, adoptó una política arancelaria variante. Dependía de la colonia y de los tipos de productos que producía y consumía.
La explotación económica de la tierra se concedía a particulares, ya que sólo las grandes empresas capitalistas podían acometer la explotación, que requería una gran suma de capital.
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