A través de los pantanos etruscos (marzo de 217)
Mientras el cónsul estaba ocupado en Roma apaciguando a los dioses y reuniendo tropas, Aníbal abandonó sus cuarteles de invierno; y como se decía que el cónsul Flaminio ya había llegado a Arretium, aunque a Aníbal se le muestra un camino más largo pero más fácil, toma una ruta menos remota, cruzando pantanos que en aquellos días el Arno, que se había inundado más de lo habitual. Hace marchar a la cabeza a los españoles, a los africanos, a todos los veteranos, a la fuerza de su ejército, mezclando sus bagajes con estas tropas, para que, obligados a detenerse en algún momento, no les falte lo necesario; hace seguir a los galos, de modo que formen el centro de la columna, y pone a los jinetes en la retaguardia, luego a Magón, con númidas sin equipaje, para cerrar la marcha, y sobre todo contener a los galos, en caso de que, disgustados por la el cansancio y la longitud del camino, este pueblo carente de energía ante tales pruebas, se dispersaría o se detendría. Los primeros soldados, pasando por todas partes siempre que los guías los precedieran allí, a través de los agujeros de paredes empinadas y fondo móvil que forma el río, casi sumergido en el barro, y hundiéndose allí, siguen a pesar de todo sus señales. Pero los galos no podían mantenerse en pie cuando resbalaban ni salir de los agujeros; No sostenían sus fuerzas con su energía, ni su energía con la esperanza, algunos arrastrando con dificultad sus miembros cansados, otros, una vez acostados, vencidos sus energías por el desánimo, muriendo aquí y allá también entre las mulas tendidas.; y lo que más los abrumó fueron las vigilias que ya habían soportado durante cuatro días y tres noches. Como las aguas lo contenían todo, los soldados no encontraban lugar donde estirar sus cuerpos cansados en seco, amontonaban sus equipajes en el agua para acostarse sobre ellos, o bien las mulas, derribadas aquí y allá, en montones. , en todo. el camino, ofrecido a estos hombres, que sólo buscaban algo que emergiera del agua, el lecho necesario para un breve descanso. El propio Aníbal, sufriendo de los ojos debido a las variaciones de temperatura del manantial que hacía alternar el calor y el frío, llevado por el único elefante superviviente, para estar más alto sobre el agua, a consecuencia de las vigilias, de la humedad del Por las noches, el aire de los pantanos que pesaba sobre su cabeza, y por no ser el lugar ni el momento de buscar tratamiento, perdió un ojo.