Historia antigua

La bolsa de emergencia...

La bolsa de emergencia...

Llevamos seis meses realizando un entrenamiento intensivo. Individualmente estamos preparados. Pero seremos llamados a trabajar en grupos, en pequeños equipos de una docena de hombres cada uno a cargo de un sector guerrillero. La vida de los maquis, las peligrosas misiones que nos esperan, exigen que este grupo esté formado por hombres que se conocen, que se llevan bien y en los que existe confianza mutua. Por este motivo, los equipos formados deben someterse a un entrenamiento grupal final en condiciones lo más cercanas a la realidad posible.
Cada grupo recibe su equipo de combate completo.

Así tocamos nuestra ropa selvática en colores adaptados al medio ambiente. Todo nuestro material también es apto para camuflar, ya sea jabón, tubos de pasta de dientes… o papel higiénico. Recibimos nuestros botiquines, nuestras armas individuales, nuestras armas y equipos colectivos:escopetas, morteros, ametralladoras, explosivos y todos los accesorios de sabotaje, mosquiteros, lonas para tiendas de campaña, equipos de pesca, municiones... De hecho, de alimentos, sólo recibimos un mínimo:sal, azúcar, té, harina, frutas o verduras deshidratadas. Toda la carne y verduras frescas deberán adquirirse mediante trampas y recolección en el bosque.

Un buen día, una furgoneta “mangosta” nos deja en una curva de un camino en los profundos bosques del sur de Belgaum, mientras los otros grupos se encuentran a unas decenas de kilómetros de distancia. Debemos considerarlos como personas hostiles, evitar absolutamente ser vistos y tratar, por el contrario, de descubrir su acuartelamiento, estudiarlos y preparar el ataque.
Disponemos pues de un marco de trabajo, Sumado a que también debemos evitar ser vistos por los pocos pueblos del sector o por los madereros que trabajan en la tala.
También debemos vivir como si tuviéramos que hacerlo, construir nuestro campamento, establecer escondites, rutas de acceso y retirada ocultas o atrapadas, vivir, es decir alimentarnos y mantenernos con buena salud, hacer un levantamiento topográfico completo de la región con nuestra única brújula como lo haremos cuando estemos en paracaídas, busca sitios de lanzamiento, estudia caminos y ríos para preparar emboscadas y sabotajes.

Durante los cuatro meses que pasaremos en lo más profundo de la selva, en plena temporada de monzones, con lluvia todos los días, cambiaremos de bando varias veces. Es la misma rutina cada vez. Primero tienes que explorar para encontrar el lugar perfecto. Una vez elegido el lugar, los equipos deben ser transportados sobre vigas o suspendidos de postes, operación siempre agotadora y dolorosa porque, para no crear un camino, es necesario tomar caminos en las rocas o en el curso. de los ríos.
Una vez traído el equipo, hay que construir la cabaña, cabaña grupal o cabaña individual, es decir, hay que cortar bambú o troncos, armarlos, pasar a cosechar brazadas. de pasto, juntándolos en manojos, techando el techo con paja o instalando canaletas de bambú.
Hay que construir un piso de bambú y camas, preparar la chimenea, la radio del refugio, escondites de armas o explosivos que deben estar protegido de la humedad. Debes instalar una despensa que además esté protegida de la humedad y del ataque de hongos, roedores o gatos de algalia, termitas y hormigas...
Hay que buscar el lugar donde lavaremos e instalaremos una dispositivo para evitar que el agua con jabón revele nuestra posición aguas abajo. Debemos preparar los caminos de acceso de tal manera que ningún curioso pueda llegar a nuestro campamento; para ello utilizamos cursos de agua, pasajes rocosos donde no quedan huellas. Debemos cortar pistas secretas bien camufladas para una posible retirada rápida, cavar hoyos en los que, en caso de ataque o de salida precipitada, colocaremos, bien protegidos en contenedores herméticos, explosivos o municiones.
Es necesario establecer a varios kilómetros del campamento, escondites bien camuflados y bien protegidos de la humedad, termitas, en los que colocamos repuestos, radio, armas, municiones, medicinas, ropa...

Si tenemos que evacuar nuestro campamento a toda prisa, podemos abandonarlo todo, iremos a reabastecernos a nuestro escondite. Sin embargo, siempre tenemos a mano, ya sea para lavar, cortar leña o cocinar, una mochila de emergencia que contiene algunos cargadores de metralletas para Sten, algunos utensilios de sabotaje, atebrin, pastillas MB, algunos alimentos de alivio ricos en calorías, un . la brújula, los cristales de la radio, el código... Con eso, y nuestro puñal que nunca nos abandona, podremos permanecer ocultos varios días, si es necesario, antes de llegar al escondite de reabastecimiento.

Todos los días caminamos, cazamos, nos turnamos para cocinar. En grupos de dos o tres, realizamos reconocimientos para intentar localizar los campos contrarios. Para ello, estudiamos sistemáticamente todos los caminos para detectar huellas de pisadas, todos los arroyos para descubrir huellas de jabón. Escuchamos atentamente para identificar sonidos de abatis o detonaciones.

Hacemos largas incursiones para "atacar" un pueblo, cincuenta kilómetros en ocho horas en la selva. El líder del grupo ha establecido un programa de capacitación y mantenimiento que nos mantiene activos todo el día. Por la noche, por turnos, todos hacen la guardia, a cierta distancia del campamento, donde mejor se escucha. Ahora conocemos nuestro destino y hemos comenzado a estudiar el idioma, la geografía y la historia locales.

Y entonces, un buen día, viene una furgoneta a recogernos y dejarnos en la estación. Después de tres días en tren, nos encontramos en el campo de Jessore, en Bengala. Nos dan nuevos equipos, mapas... y subimos al gran "Libertador" que nos espera... Dentro de ocho horas, saltaremos, en mitad de la noche... para siempre, sobre la parte trasera del enemigo.


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