Conflictos internos y rebeliones: La inmensidad del Imperio Romano también provocó conflictos internos y rebeliones, a medida que diferentes grupos étnicos y culturales buscaban autonomía o independencia. Ante la inestabilidad interna o las invasiones de enemigos externos, el Imperio Romano podría tener que reducir sus fronteras o perder el control sobre ciertos territorios.
Divisiones Administrativas y Reformas: El Imperio Romano experimentó varias divisiones administrativas y reformas a lo largo de su historia, que podrían afectar el tamaño del imperio. Por ejemplo, durante el período de la Tetrarquía a finales del Imperio Romano, el imperio se dividió en dos partes, el Imperio Romano Oriental y Occidental, cada una con su propio emperador y estructura administrativa.
Invasiones y Pérdida de Territorios: A medida que el Imperio Romano se debilitó con el tiempo, enfrentó amenazas externas de varios grupos, como las tribus germánicas, los persas y, finalmente, los árabes. Estas invasiones o conflictos podrían provocar la pérdida de territorios, especialmente durante el declive y caída del Imperio Romano de Occidente.
Inestabilidad política y guerras: El Imperio Romano también enfrentó períodos de inestabilidad política, guerras civiles y luchas de poder, que podrían afectar el tamaño y el control de los territorios. Esto fue particularmente evidente durante el Imperio Romano Tardío, donde varios emperadores y facciones lucharon por el control de diferentes regiones.