A medida que el comercio se expandió por el mundo antiguo, el uso de monedas de oro se extendió a otras civilizaciones, como los griegos y los persas. Los griegos introdujeron la acuñación de oro alrededor del siglo VI a. C. y acuñaron varias monedas de oro, entre ellas el "dracma" y el "stater". Los persas también emitieron monedas de oro, llamadas "darics", que fueron ampliamente utilizadas en todo su imperio.
El ascenso del Imperio Romano en el siglo III a. C. marcó otro capítulo importante en la historia de las monedas de oro. Los romanos introdujeron el "aureus", una moneda de oro que se convirtió en la moneda estándar en el Imperio Romano. El aureus presentaba el perfil del emperador reinante en un lado y varios símbolos o deidades en el otro.
Durante la Edad Media, la producción de monedas de oro decayó en Europa debido a la inestabilidad económica y la fragmentación política del período. Sin embargo, las monedas de oro recuperaron su protagonismo durante el Renacimiento y la Era de la Exploración, a medida que florecían los intercambios y el comercio. Varias naciones y colonias europeas acuñaron monedas de oro, como el "soberano" inglés, el "luis de oro" francés y el "doblón" español.
Las monedas de oro desempeñaron un papel esencial en el sistema monetario mundial hasta el siglo XX. El patrón oro, que vinculaba el valor del papel moneda con el valor del oro, fue ampliamente adoptado por países de todo el mundo. Sin embargo, el patrón oro fue abandonado gradualmente después de la Segunda Guerra Mundial, y las monedas fiduciarias, no respaldadas por oro, se convirtieron en la norma.
Hoy en día, varios países todavía acuñan monedas de oro y se consideran de curso legal. Sin embargo, su valor principal a menudo se considera una reserva de valor y una protección contra la inflación más que un medio para las transacciones cotidianas. Las monedas de oro también son populares entre coleccionistas y entusiastas que aprecian su importancia histórica y su belleza estética.