En los primeros años de la América colonial, había pocos programas de bienestar social para ayudar a los ancianos. Esto significó que muchas personas mayores tuvieron que depender de la caridad de sus familiares, amigos o vecinos. Algunas colonias brindaron cierta asistencia a las personas mayores, como comida o alojamiento gratuitos, pero estos programas a menudo eran inadecuados.
A medida que las colonias crecieron y prosperaron, se lograron algunos avances en la atención a los ancianos. En el siglo XVIII, varias colonias establecieron casas de beneficencia, que eran instituciones que proporcionaban alimento, refugio y atención médica a los pobres y a los ancianos. Estas casas de beneficencia a menudo estaban superpobladas y eran insalubres, pero proporcionaban un nivel básico de atención a las personas mayores.
Además de los asilos, algunas colonias también establecieron comunidades de jubilados. Estas comunidades fueron diseñadas para proporcionar un lugar seguro y cómodo para que vivan las personas mayores. Las comunidades de jubilados normalmente ofrecían alojamiento, comidas y actividades sociales.
A pesar de estas mejoras, la vejez siguió siendo una época difícil para muchas personas en la América colonial. Las personas mayores a menudo se enfrentaban a la pobreza, la soledad y la mala salud. Sin embargo, se han logrado algunos avances en la prestación de servicios a las personas de edad avanzada, y esos progresos continuarán en los años venideros.