Las comunidades del Neolítico temprano estaban compuestas principalmente por aldeas pequeñas y autosuficientes donde todos contribuían a la supervivencia y el bienestar del grupo. Los individuos se especializaban en diferentes tareas, como la caza, la recolección, la agricultura o la fabricación de herramientas, pero estos roles no estaban rígidamente definidos ni asociados con un estatus social específico.
A medida que los asentamientos crecieron y se hizo posible la producción excedente de alimentos, algunas pruebas sugieren el surgimiento de formas tempranas de diferenciación social. En ciertos casos, personas con habilidades o cualidades de liderazgo excepcionales podrían haber ganado prominencia dentro de sus comunidades. Sin embargo, estas distinciones se basaban en cualidades y habilidades personales más que en riqueza o poder heredados.
Vale la pena señalar que la complejidad social se desarrolló a diferentes ritmos y momentos en las distintas regiones del Neolítico. Algunas sociedades pasaron a sistemas más jerárquicos con el surgimiento de élites poderosas y divisiones de clases, mientras que otras conservaron sus estructuras igualitarias durante un período más largo.
El desarrollo de las clases sociales generalmente se asocia con el surgimiento de la civilización y la concentración del poder en manos de unos pocos individuos o grupos. Esto ocurrió mucho más tarde en la historia de la humanidad, durante las Edades del Bronce y del Hierro, cuando surgieron civilizaciones avanzadas y los sistemas de estratificación social se hicieron más pronunciados.
Por lo tanto, el concepto de clases sociales durante la Revolución Neolítica no es aplicable ya que la complejidad social y las divisiones de clases no eran características significativas de las sociedades neolíticas tempranas.