Los incas consideraban divinos a sus gobernantes y tenían mucho cuidado en preservar sus cuerpos después de la muerte. El gobernante inca fue momificado usando sal, especias y hierbas. El proceso era complicado y requería mucho tiempo, pero se creía que era necesario para garantizar la vida futura del gobernante en el otro mundo.
Entierro
Luego, el gobernante embalsamado fue colocado en una tumba. Las tumbas a menudo estaban ubicadas en lugares secretos y estaban llenas de valiosas ofrendas como oro, plata y joyas. Los incas creían que estas ofrendas ayudarían al gobernante en el más allá.
Luto
La muerte de un gobernante inca fue un momento de gran luto. La gente lloraba y se lamentaba, y muchas veces se cortaban el pelo y se desfiguraban. El período de duelo podría durar varios meses.
Deificación
Después del período de duelo, el gobernante inca era deificado. Esto significaba que se los consideraba un dios y el pueblo los adoraba. Los incas creían que el gobernante continuaría vigilándolos y protegiéndolos de cualquier daño.